Hay acontecimientos que por cotidianos no son percibidos. Así, frases como “si fuera un perro ya me hubiera mordido” o “cómo es que no pude verlo si lo tenía delante de mis ojos”, ilustran estos casos de falta de atención que tienen un común denominador: el no darse cuenta, señala Elena Villalba, profesora de la Escuela Española de Desarrollo Transpersonal (EEDT).
“Pero además de la denominada ‘ceguera de la familiaridad’ –la misma que nos lleva a dejar de prestar atención, por fuerza de la anestesia del acostumbramiento, a aquello que conocemos bien y permanece igual–, hay otros tipos de ceguera psicológica, afines al dicho ‘no hay peor sordo que el que no quiere oír”, según la experta.
Elena Villalba hace hincapié en la necesidad de “ejercitar nuestra atención plena para evitar ésta y otras variedades de ceguera psicológicas.
“La falta de conciencia puede impedir que nos mantengamos en contacto con nuestro cuerpo, sus señales y sus mensajes, lo que, a su vez, puede crearnos problemas físicos”, señala.
“Aprender a escuchar nuestro cuerpo es algo de importancia vital para mejorar nuestra salud y calidad de vida. Saber lo que hacemos, constituye la esencia de la práctica de la atención plena”.