Para ser leídas con “Irish blood, english heart”, de Morrissey.
Paso 1. Entienda el origen del gol
Más que otros procesos catárticos, cantar un gol es un momento de intenso dramatismo en el que se ventilan frustraciones y disidencias para hermanarse, independientemente si se está negociando la reforma energética o si planea usted bloquear una importante avenida.
En este sentido el futbol puede tomarse todo lo en serio que pueda o hacerlo como es: un bastión lúdico para encontrar cómo 11 buscan vulnerar de manera reinventada, pero con las mismas reglas, a otros 11.
Por ello evite centrar su vista en el balón y entienda más la estrategia y los movimientos sin balón. Así podrá ver venir el gol y no sólo brincar ante el grito llorón de quienes inexplicablemente dedican su vida a narrar lo que usted está viendo.
Paso 2. Certifique su grito
Aprenda lo que no debe hacer. Prenda la tele y experimente todas las intensidades posibles de sonsonetes, lugares comunes y peroratas viciadas por parte de quienes se dicen especialistas, que no hacen otra cosa más que hacer valorar el silencio y agradecer la existencia del botón mute.
Desde Rosique hasta Pancho Villa, usted se cansará con el descaro de la forma exagerada y ramplona, como el futbol no debe ser. Ahora apague su tele y frente al espejo practique con una espontaneidad en guardia, cómo será arrojado el grito en el siguiente partido de los nuestros.
De ser posible practique en algún partido menor y observe el rostro de los presentes. Ahí sabrá si es usted tan molesto como los ilustres de la tele o si tiene futuro como buena persona.
Paso 3. Compita en emocionalidad
El propósito de corear el gol en una reunión es secretamente mostrar quién es mejor hincha. Trate de repetir sus momentos de euforia tan fuerte y aplastantemente como su capacidad pulmonar le permita.
Con el rabillo del ojo supervise que su grito tiene mayor tono, saturación y brillo que el de los vecinos y encuentre en el volumen su sortilegio para destacar.
Paso 4. Convalide el efecto
La metafísica de la afición tiene su encanto en padecer. ¿De qué sirve un marcador abultado si se puede sufrir con el encanto de salir bien librado? Sin embargo, cada jugada requiere, además, un acorde a la intensidad del peligro de la misma.
No permita que sus cejas toquen el pelo hasta tener el gol en la mano, pues podrá perder credibilidad y linaje. Con el gol sacuda su experiencia y sepa que será evaluado por el mérito bucofaríngeo. Aquí su gol será gritarlo.