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Instrucciones para echar un buen grito

Paso 1. El grito es de quien lo trabaja

Si nos dejáramos llevar por lo que un gritón supone que es su grito, terminaríamos en un psiquiátrico pretendiendo definir un momento en el que suceden cosas que poco

tienen que ver con la estructura. Por eso el grito es absolutamente encantador: ni a todos les sale como lo dicta la norma culta, y sólo cuando la situación te domina y te obliga, lo haces con dignidad.

Paso 2. ¿Dónde impacta un buen grito?

Recordar la violencia del grito resulta casi tan espléndido para un paisaje, como lo es la desgracia para un poema: gritar deshace nudos, pone en su lugar ociosas necedades, subraya teamos y atormenta silenciosos: esos que no pueden con su ruido blanco.

Paso 3. La antítesis de un grito

Ya que gritas, te desgarras, reconoces el límite por haberlo roto y fundas un recuerdo en la localidad donde los mirones parecen responderte con sólo el ruido de su nervioso parpadeo, sobreviene una necesidad de enmudecer para recorrer la razón de la pasión. Tal vez por medio de esa incoherencia se genera potencia para cultivar un nuevo grito. Y mientras, entiendes el polo opuesto de ese grito, su negativo, su grito blanco.

Paso 4. ¿A qué le gritas?

Uno grita con la ausencia cuando no ha podido gritarla como se debería. También se grita la dicha, el encuentro, el gol, la traición, la injusticia, la libertad, la incredulidad, el golpe del dedo meñique con la pata de la cama (encuentro de dos patas), un eureka, el martillo en el dedo, un taxi que pasa (y que no pelará), una canción, un borrado accidental de celular, un corrido, pero sobre todo, uno grita cara a cara lo que las yemas de los dedos indiquen.

Paso 5. El grito que te enamora

Entre tantos oficios, el de gritón tiene una dignidad poética. Lo definirán como algo salvaje, un arrebato que sin concesión, no hay cómo curarse, por lo que la única posibilidad de domesticar esta catástrofe que tanto perturba al estabishment, es que todos nos pongamos a gritar hasta las lágrimas: los dolores y alegrías ajenas y conjuntas, y que se sienta en esta página que lees, el temblor de cada grito que como respira, enamora.

Paso 6. ¿Domesticarlo?

Un buen grito sólo puede ser domesticado si previamente se grita más fuerte cuando ves a los ojos y sabes que no hay otra cosa qué hacer, si no lanzar un buen grito.

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