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¿A qué religión habría pertenecido Jesús?

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Jesús nunca mencionó a los gays, ni al aborto, pero se concentró en los enfermos y pobres, aunque algunos dirigentes cristianos han prosperado satanizando a los gays. Mahoma elevó el estatus de las mujeres en su época, pero hoy algunos clérigos islámicos prohíben que las mujeres manejen vehículos o citan a la religión como una razón para cercenar los genitales de las niñas pequeñas. Presumiblemente, Buda se horrorizaría ante el apartheid que los budistas de Myanmar le han impuesto a la minoría rohinyá.

“Es frecuente que nuestras religiones representen exactamente lo opuesto de lo que representaron sus fundadores”, nota Brian D. McLaren, quien fuera pastor, en un libro nuevo, provocador y poderoso: The Great Spiritual Migration.

Es típico que los fundadores sean visionarios audaces y carismáticos, que inspiran con su imaginación moral, mientras que, a veces, sus enseñanzas evolucionan a ser burocracias estrechas de miras y aversas al riesgo, obsesionadas con el dinero y el poder. Esta tensión es especialmente pronunciada en el cristianismo porque Jesús fue un radical que desafió a la élite, mientras que el cristianismo ha sido tan exitoso que en gran parte del mundo que ahora es la élite.

“No es de sorprender que cada más de nosotros que somos cristianos de nacimiento, por decisión o ambas cosas, nos encontremos sacudiendo la cabeza y preguntando: ‘¿qué le pasó al cristianismo?’”, escribe McLaren. “Sentimos que a nuestro fundador lo secuestraron y que los extremistas lo tienen de rehén. Sus captores lo exhiben frente a las cámaras para que diga, bajo coerción, cosas en las que obviamente no cree. Como su títere de rostro inexpresivo, es frecuente que parezca que está en contra de los pobres, en contra del ambiente, en contra de los intelectuales, en contra de los inmigrantes y en contra de la ciencia. ¡Ese no es el Jesús que conocimos en los Evangelios!”.

Este argumento se desarrolla contra la agitación religiosa como telón de fondo. Occidente se ha vuelto rápidamente más seglar, y los “ningunos” —quienes no están religiosamente afiliados, incluidos los ateos, tanto como quienes se sienten espirituales, pero no se identifican con ninguna religión en particular— representan casi una quinta parte de los estadounidenses hoy. La proporción está aumentando con rapidez: entre los milennials, hay más de un tercio de ningunos.

El aumento de los ningunos parecer haber estado acompañado por un descenso en el interés público en la doctrina. “Uno de los países más religiosos de la Tierra”, dice Stephen Prothero en su libro Religious Literacy, refiriéndose a Estados Unidos, “es también un país de analfabetas religiosos”.

Sólo la mitad de los cristianos estadounidenses puede mencionar los cuatro evangelios, sólo 41% está familiarizado con Job, y apenas la mitad de los católicos estadounidenses entienden la enseñanza católica sobre la Eucaristía. No obstante, si los estadounidenses sospechan que Juana de Arco era la esposa de Noé o se preguntan si las epístolas eran mujeres apóstoles, entonces, quizá, la solución sea preocuparse menos por las doctrinas y más por las acciones.

“¿Qué significaría para los cristianos redescubrir a su fe no como un sistema problemático de creencias, sino como una forma justa y generosa de vivir, enraizada en la contemplación y expresada en la compasión?”, pregunta McLaren en The Great Spiritual Migration. “¿Podrían los cristianos migrar de definir a su fe como sistema de creencias a expresarla como una forma amorosa de vida?”.

Esa sería una migración para alejarse de la burocracia religiosa y volver a la visión moral del fundador, y sería un reto enorme. Sin embargo, la religión puede y debe migrar.

“Porque crecí en un contexto cristiano muy conservador, siempre se nos advirtió de no cambiar el mensaje esencial”, me dijo McLaren. “Pero, al mismo tiempo, era frecuente que no nos diéramos cuenta de lo mucho que realmente habían cambiado las cosas con el tiempo”, hubo veces en las
que el cristianismo aprobó la quema de brujas y las masacres de los herejes; ¡gracias a Dios que eso ha evolucionado! A medida que la sociedad se ha modernizado y las personas se han vuelto más escépticas sobre los relatos de partos virginales o resurrecciones, una respuesta ha sido retraerse de la religión. No obstante, hay un profundo impulso a las conexiones espirituales.

McLaren aconseja preocuparse menos sobre si los milagros bíblicos son literalmente ciertos y pensar más en su significado: si se dice que Jesús curó a un leproso, hay que dejar de lado la cuestión de si esto realmente sucedió y concentrarse en su acercamiento
a los más estigmatizados de los marginados.

No es sólo el cristianismo, claro, el que batalla con estas cuestiones. El rabino Rick Jacobs, presidente de la Unión por la Reforma del Judaísmo, dijo que ve un deseo de una misión de justicia social inspirada y equilibrada por las tradiciones religiosas.

“Ahí es donde veo nuestro camino”, dijo Jacobs. “La gente ha visto el ritual como una obsesión de la comunidad religiosa, y no han visto el coraje y el compromiso para darle forma a un mundo más justo y compasivo”.

Si ciertos servicios religiosos se trataran menos de pavonearse sobre la propia virtud o sobre señalar la iniquidad de alguien más, y fuera más sobre abordar las necesidades humanas a nuestro alrededor, estaríamos en un mundo mejor; y Jesús también aplaudiría, de seguro.

Esta puede parecer una columna que es raro que yo pudiera escribir, ya que no soy un cristiano particularmente religioso. Sin embargo, sí veo a la fe religiosa como una de las fuerzas más importantes, para bien y para mal, y me inspiran los esfuerzos de los fieles que operan comedores populares y refugios para indigentes.

Quizá injustamente, hay artículos de primera plana sobre los hipócritas pomposos y es frecuente que formen las actitudes populares sobre la religión, pero hay algo más en ese panorama. Hay que recordar que, en promedio, los estadounidenses religiosos donan muchísimo más a las beneficencias y se ofrecen más como voluntarios, que los estadounidenses laicos.

No es la burocracia la que me inspira, ni la doctrina, ni los rituales antiguos, ni siquiera la catedral, el templo o la mezquita más gloriosos, sino, más bien, un doctor misionero católico en Sudán que atiende a las víctimas de las bombas, un médico evangélico que logra lo imposible en el campo de Angola, un rabino que lucha por los derechos humanos palestinos; me llenan de un sentido casi santo de sobrecogimiento. Ahora, eso es la religión.

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