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La columna de David Olivo: la guerra del centro

La violencia sigue marcando a este país. En la semana se registraron dos hechos que conmocionaron nuevamente a la una sociedad cansada y hartada de la inseguridad, de la delincuencia en cualquiera de sus expresiones.

El domingo pasado, un comando secuestró y ejecutó a dos sacerdotes en Poza Rica, en el famoso Veracruz, pero no por su café, sus puertos o sus playas, sino por ser considerado uno de los estados más violentos de la última década.

Un día después, los cuerpos de los religiosos fueron hallados en un paraje conocido como “La Curva del Diablo”, sobre la carretera Papantla-Poza Rica. Tenían el tiro de gracia.

Las necropsias revelaron que el sacerdote Alejo Nabor Jiménez Juárez, de 50 años de edad, recibió nueve disparos de arma corta y el sacristán José Alfredo Suárez de la Cruz, de 30 años, recibió un balazo de arma corta.

Y aunque esta violencia no debería sorprender, pues históricamente esta entidad se ha caracterizado por la violencia y el agobio del crimen organizado, sí preocupa el grado de descomposición social, económica que deja el priista Javier Duarte.

Según el informe La violencia en los municipios de México (2015) del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal, AC, Poza Rica es uno de los 100 municipios con más secuestros y homicidios en el país.

Otro crimen que cala hondo en las entrañas de México, y particularmente a su zona central, es el ocurrido la semana pasada contra la ciudadana española María Villar, quien fue secuestrada el pasado 13 de septiembre y cuyo cadáver apareció dos días después en Santiago Tianguistenco, en el Estado de México.

Su cuerpo presentaba huellas de tortura: atada de pies y manos, amordazada y con un disparo en la cabeza.

Este asesinato cobra relevancia, pues la vecindad que tienen la Ciudad de México y el Estado de México se ha visto marcada en los últimos años por una violencia encarnizada desatada por distintas bandas del crimen organizado que se disputan la región.

Sin embargo, a pesar de las ejecuciones y secuestros sin fin que azotan a estas dos entidades, ambos gobiernos, el del perredista Miguel Ángel Mancera y el del priista Eruviel Ávila, han repetido la cantaleta de que en la región no opera el crimen organizado.

El caso preocupa, pues México ha quedado exhibido nuevamente ante el mundo, y particularmente ante España, como la nación donde el crimen nunca descansa y en que no reconoce edad, sexo o nacionalidad. Ante los ojos del mundo, el país sigue siendo cruel y despiadado, falto de justicia y donde reina la impunidad.

Pero cómo resolver un problema serio de inseguridad y violencia si los propios gobiernos niegan la realidad, niegan apoyo, niegan lo que todos ven, menos ellos.

En Veracruz llega la alternancia afortunadamente por el bien del país y la sociedad veracruzana y Miguel Ángel Yunes tendrá el gran reto de sentar las bases, en apenas dos años, para establecer una serie de medias que contrarresten la violencia y la inseguridad, crezca la economía y además de que se comience a castigar a los responsables por haberla tolerado y dañado tanto alma entidad.

En el Estado de México y la Ciudad de México, la población será la que tenga la última palabra, en la primera el próximo año, cuando se renueve el gobierno estatal, y en la segunda en el 2018, cuando seguramente el PRD pierda su principal bastión político, debido a sus malos gobiernos.

Los mismos escenarios aplican para Tamaulipas, con Egidio Torre Cantú, quien no pudo erradicar a los asesinos de su hermano, Los Zetas. En Quintana Roo y Chihuahua comienzan a florecer los casos de corrupción, en el primero con una aerolínea pagada por los mexicanos pero para uso exclusivo de la clase política local, y en el otro con la creación de un banco con dinero público.

Este es el legado rojo y oscuro que deja un PRI tan acostumbrado a vivir en la impunidad y apostándole al olvido.

Pero también llega la oportunidad, para el PAN, de castigar a aquellos gobiernos cuya marca fue el exceso, la corrupción, la ilegalidad, la impunidad y la justicia. De este tamaño es el reto que viene para los próximos años, para los próximos gobiernos de Acción Nacional, se puede!.

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