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Una nación dividida por la paz

Es muy difícil explicar por qué muchos colombianos están en contra del acuerdo de paz entre el gobierno y las FARC

Es muy difícil explicarle a alguien que no sea colombiano por qué muchos de los nuestros, quizás millones, van a votar en contra del acuerdo de paz que firmó el lunes pasado el gobierno de Juan Manuel Santos con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). 

Ha habido tanta sangre en Colombia, que el dolor no permite a muchos pensar en un perdón y en aceptar la integración de aquellos que la causaron. Sin embargo el movimiento por el ‘No’ al acuerdo de paz con las FARC va más allá de la preocupación por la impunidad, está amparado en una fuerte campaña de desinformación orquestada por la derecha colombiana.

El histórico respaldo de los gobiernos de Chávez y Maduro a la guerrilla colombiana convirtió en caballito de batalla por el ‘No’ la amenaza de una ‘venezolanización’ en Colombia, algo que por supuesto espanta a cualquiera ante las noticias que llegan desde el país vecino.

La derecha, encabezada por el ex presidente Álvaro Uribe, comenzó acusando de “castrochavistas” al gobierno de Santos y a los que respaldan el ‘Sí’, y ya sumó los epitetos de “ateos” y “homosexuales”.

Marco Fidel Ramírez, concejal de Bogotá, líder evangélico y de derecha, anunció preocupado que «el acuerdo con las FARC nos lleva de narices a una peligrosa dictadura homosexual», ya que en el texto está la promesa de que el estado colombiano combatirá la discriminación de género, algo que de por sí ya está en la Constitución.

La sobrecarga de información falsa o difamatoria generada por la derecha y los defensores del `No’ ha logrado causar verdadero pánico: desde la mentira de que se iba a establecer un impuesto a los pensionados para financiar a los guerrilleros desmovilizados, hasta utilizar sin autorización la imagen de ídolos nacionales como la medallista olímpica Mariana Pajón para rechazar el acuerdo con las FARC.

Lo cierto es que este domingo Colombia debe decidir en las urnas si está de acuerdo con un pacto que el gobierno podría aprobar sin necesidad de este plebiscito, o si rechaza la desmovilización de las FARC y su nueva vida como partido político. 

Hay algo claro: el acuerdo no garantiza la paz, pero sí es un paso importantísimo que debe dar una nación madura que cicatrice sus odios. Pero la verdadera paz no va a llegar hasta que los otros actores se también desmovilicen, empezando por la propia derecha. 

Bien lo dijo Jaime Castro, ex alcalde de Bogotá y también defensor del ‘No’: “mientras Álvaro Uribe no esté en la mesa, la paz es muy difícil”.

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