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Anciana, enferma y con la orden de regresar a Afganistán

La demencia de Zarmena Waziri es tan grave que cuando comió una naranja olvidó tragar y casi muere asfixiada. Ha sufrido múltiples apoplejías, tiene hipertensión y usa un pañal

Un caso que ha acaparado titulares en toda Dinamarca, es el de Waziri. Una mujer afgana de 70 años de edad a la cual las autoridades danesas han pedido que sea deportada a Afganistán, donde, dicen sus hijos, seguramente morirá.

Su hija, Marzia, su principal cuidadora, ha vivido en Aarhus, la segunda ciudad más grande de Dinamarca, durante 25 años y es dueña de un pequeño negocio de abarrotes. Los dos hijos de Marzia son ciudadanos daneses.

“Vivo en constante temor de llegar a casa y encontrar que la puerta ha sido derribada y que mi madre ha desaparecido”, dijo Marzia Waziri, quien habla un danés fluido y estaba cerca de las lágrimas. “Ella no duraría ni un día en Afganistán. No tiene a nadie ahí”.

Las autoridades danesas responden que la decisión de deportar a Zarmena Waziri la produjo ella misma: violó la ley. Desde noviembre de 2012, sus varias solicitudes para permanecer en el país han sido rechazadas tres veces, y ha ignorado cada orden de partir.

Defensores de los derechos humanos dicen que los imperativos humanitarios deberían estar por encima de las consideraciones legales. El caso está en revisión.

Según la política de la agencia de refugiados de Naciones Unidas, “los países no deberían regresar a la fuerza a los refugiados a un territorio donde enfrenten peligro”, pero, en la práctica, la concesión de asilo queda en gran medida a discreción de un país, según expertos legales. Casos como el de Zarmena Waziri causan invariablemente un choque entre las preocupaciones humanitarias y la letra de la ley.

Zoran Stevanovic, portavoz para el norte de Europa de la agencia de refugiados, dijo que aconsejaría firmemente contra el regreso a Afganistán de una persona que no había recibido asilo pero era demasiado anciana y estaba demasiado enferma porque, aparte de la creciente violencia ahí, Afganistán carece de las instalaciones adecuadas para brindarle atención.

“Sin una red social que pueda apoyarla en Afganistán, está en riesgo de un daño grave”, escribió en un correo electrónico.

Antes de que Waziri enfermara, dijo su familia, ella fue una activista pionera de los derechos de la mujer y una maestra que estuvo entre las primeras mujeres en Afganistán en quitarse públicamente el velo, estrechar la mano de un hombre y postularse para el Parlamento, a fines de los años 60.

Países en toda Europa han estado haciendo más estrictas sus reglas sobre la inmigración a medida que los sentimientos antinmigrantes bullen a ambos lados del Atlántico. Una postura firme contra los refugiados ha resultado tan útil para captar votos en Dinamarca que la ministra de integración, Inger Stojberg, celebró recientemente el aniversario número 50 de la regulación antinmigración del gobierno con un pastel.

Ese endurecimiento de las actitudes no se limita a Dinamarca. En Alemania, que aceptó más de un millón de refugiados y migrantes en 2015 y enfrenta elecciones en septiembre, han ocurrido tres expulsiones masivas de hombres afganos desde el otoño. En Hungría, evocando ecos de la Segunda Guerra Mundial, se dieron a conocer recientemente planes para detener a los solicitantes de asilo en pequeñas aldeas cerradas rodeadas por alambre de púas.

Las reglas endurecidas de Dinamarca no preocupan solo a aquellos procedentes de países desgarrados por la guerra. Mary Stewart Burgher, una nativa de Houston jubilada de 60 años de edad que trabajó para la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Copenhague, se convirtió en una celebridad de la causa en Dinamarca después de que se le ordenó partir tras vivir ahí durante 32 años. Después de que hizo varios ruegos sinceros en televisión en un danés con acento estadounidense, se le notificó el día anterior a su planeada deportación que podía quedarse, al menos mientras las autoridades revisaban su caso.

Están creciendo en Europa los temores de que terroristas entrantes se estén encubriendo como refugiados y que los sistemas de beneficencia estén siendo saturados. En Dinamarca, una guerra cultural contra el islamismo estalló después de que la publicación de caricaturas que se burlaban del profeta Mahoma en un periódico danés en 2005 provocara una reacción violenta en todo el mundo.

Aarhus, donde vive la familia Waziri, ha atraído una atención no deseada por sus conflictivos barrios de inmigrantes, pero también ha ganado notoriedad por un exitoso programa para desradicalizar a yihadistas en un país con el segundo número más alto per cápita de combatientes extranjeros.

Como en otros países en toda Europa, un partido populista de extrema derecha, el Partido del Pueblo Danés, atrae a votantes lanzándose contra la inmigración. El gobierno de centro-derecha del primer ministro Lars Lokke Rasmussen ha apoyado docenas de medidas antinmigrantes restrictivas, incluida una ley que requiere que los refugiados recién llegados entreguen sus posesiones valiosas en oro y joyería para ayudar a pagar los costos de albergarlos.

Dinamarca está tan ansiosa de acelerar las deportaciones que, en marzo, el gobierno contrató un vuelo chárter para unos 50 agentes policiales y funcionarios con el fin de regresar a 16 solicitantes de asilo rechazados a Kabul.

Martin Henriksen, destacado miembro del Partido del Pueblo Danés, que es presidente del Comité sobre Extranjeros e Integración del Parlamento, dijo que la inmigración procedente de países de mayoría musulmana estaba amenazando a la identidad danesa y a la pregonada tolerancia del país.

“Algunos ven el humanismo como la obligación de permitir la entrada de muchos musulmanes a tu país, pero así no es como yo veo el humanismo”, dijo en una entrevista telefónica desde Copenhague. “La inmigración que hemos tenido, particularmente procedente de países musulmanes, ha destruido en muchas formas a nuestro país”.

Al enfatizar el caso de Waziri, dijo que la demencia o enfermedad de una persona no era una base suficiente para ofrecer refugio en Dinamarca. “No regresamos a las personas que sabemos que tienen a un batallón de ejecución esperándoles en el aeropuerto”, añadió. “Por supuesto que no”.

La travesía de Waziri de Afganistán a Dinamarca empezó en 2008 después de que sufrió la primera de varias apoplejías y su esposo, un rico terrateniente del distrito de Gereshk en la provincia de Helmand, se casó con una mujer mucho más joven que no quiso hacerse cargo de ella, dijo su familia. Después de que se reunió con dos de sus hijos en Dinamarca en 2012, su esposo fue asesinado por talibanes una mañana mientras dormía, dejándola sin familia.

Sus otros cinco hijos viven en Alemania, pero según las reglas de la Unión Europea debe solicitar asilo en Dinamarca porque ese es el lugar donde llegó primero.

El grupo Orientación para Inmigrantes Daneses, que ayuda a Waziri, dijo que el gobierno había rechazado primero autorizar su solicitud de asilo, ya que tenía un esposo en Afganistán. Para cuando él fue asesinado, ella ya estaba en Dinamarca, lo que la descalificaba para solicitar la reunificación familiar proviniendo del extranjero. La hija de Waziri dijo que la familia había ignorado varias órdenes de deportación, temiendo que el regreso a Afganistán matara a su madre.

“La inmigración que hemos tenido, particularmente procedente de países musulmanes, ha destruido en muchas formas nuestro país”,

Martin Henriksen, miembro del Partido del Pueblo Danés.

3 veces han sido rechazadas las solicitudes para que Zarmena permanezca en Dinamarca.

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