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El pastor de la iglesia del tiroteo en Texas también lo perdió todo

Si hubiera sido cualquier otro domingo, Frank Pomeroy, el pastor de la Primera Iglesia Bautista de Sutherland Springs, Texas, hubiese estado en el púlpito. Ahí, habría visto al tirador, con aquella mirada determinada que conocía, irrumpir a la mitad del sermón. Habría escuchado la ráfaga de balas

El pastor Frank Pomeroy estaba a cientos de kilómetros de distancia de la Iglesia Bautista de Sutherland Springs. Por lo que, en la primera entrevista extensa que ha concedido desde el ataque dentro de su iglesia, sólo puede imaginar lo horripilante que fue vivirlo ahí mismo y pensar en si habría sucedido algo de manera distinta si él hubiera estado predicando ese día.

Esa mañana del 5 de noviembre, Pomeroy estaba en una clase en la ciudad de Oklahoma. Le llegó un mensaje de texto, de sólo tres palabras: “Ataque en iglesia”. Pensó que la persona que se lo había enviado, el videógrafo de la iglesia (que grababa casi todos los sermones), le estaba jugando una broma. “Espero que sólo sea un chiste”, le escribió Pomeroy.

La respuesta llegó segundos después: “No”. Pomeroy intentó desesperadamente llamarle a varios de los feligreses de la iglesia, pero ninguno contestó. “Para entonces ya era demasiado tarde”, dijo. “Ya les habían disparado”.

Al final pudo contactar a un amigo que estaba a diez minutos de la iglesia. Éste llegó corriendo y confirmó que había sucedido lo inimaginable. Los cuerpos estaban desperdigados por doquier. Y uno de ellos era el de la hija de 14 años de Pomeroy, Annabelle. “Quiero seguir los dichos de la Biblia, que dice que no debes permitir que el enojo dure hasta la puesta del sol porque la ira sólo empeora las cosas”, dijo Pomeroy. Quiere respetar los consejos que él mismo le da con frecuencia a los parroquianos en duelo. “El bien sobre el mal”, “Es parte del plan de Dios”, “La fe es importante”. “Se supone que debemos encontrar ese lugar de paz y rezar y aceptar las cosas como son”, dijo. Pero hallar ese refugio espiritual ha sido muy difícil para el pastor.

La matanza desatada por Devin Patrick Kelley es el peor tiroteo masivo en la historia de Texas: murieron 25 personas (incluida una mujer embarazada cuyo feto ha sido nombrado como la víctima mortal número 26) y 20 más resultaron heridas.

El trauma afectó a cientos más, sin duda a casi toda la pequeña comunidad rural de Sutherland Springs. En medio del pesar colectivo, Pomeroy, de 51 años, se encuentra en una situación poco común para un pastor.

Parte de su vocación implica presidir los funerales y aconsejar a familias en duelo, todo mientras él mismo requiere de consolación. “Lo que es diferente aquí es que el consuelo es mutuo”, dijo en una llamada afuera del hospital donde fue a visitar a una de las personas heridas en el ataque. “Todos nos estamos respaldando entre nosotros porque esto es surreal y más allá de cualquier cosa con la que hemos tenido que lidiar.

Ya éramos un grupo muy cercano. Si no es que otra cosa, esto ha logrado unirnos aun más”. El dolor y sufrimiento de Pomeroy y de su esposa, Sherri, no le han impedido cumplir con sus deberes pastorales, por más lúgubres que sean en estos momentos.

“Quiero seguir los dichos de la Biblia, que dice que no debes permitir que el enojo dure hasta la puesta del sol porque la ira sólo empeora las cosas”, Frank Pomeroy

Cuando no está en funerales o realizando visitas a hospitales, pasa horas en reuniones con aseguradoras, abogados y un comité que fue establecido para acordar decisiones futuras sobre la iglesia. “Si tuviera que usar una palabra, diría que la vida es turbulenta y que se siente como que todos los días son uno sólo porque he estado extremadamente ocupado”, dijo Pomeroy. “Siento que no estoy haciendo el luto tan bien como debería.

Me siento débil, algo tembloroso”. “Es difícil ser fuerte por todos los demás cuando tengo mi propia pena. Pero cada día puedo funcionar un poquito mejor”, externó. Pomeroy había conocido a Kelley, de 26 años y quien murió de un disparo autoinfligido a la cabeza. Durante los últimos tres años, Kelley había ido en una o dos ocasiones anuales; Pomeroy dijo que se sentaba hasta atrás, donde no quedaba en la mira de la videocámara que grababa todos los servicios para que más gente pudiera verlos en línea. “Intenté hablar con él algunas veces, pero no escuchaba ni hacía conversación”, comentó. “Actuaba como por encima de los demás y muchas veces hablaba de manera muy brusca y fea. Parecía como una persona iracunda a la que nunca le habían enseñado a tratar correctamente a las personas”. Kelley le dejó claro que “odiaba” a la iglesia, recordó el pastor, y que quería que se supiera que era ateo. “Siempre hacía comentarios mientras yo hablaba con su esposa”, dijo sobre Danielle Shields.

La pareja se había separado para cuando sucedió el ataque y las autoridades creen que el motivo podría haber sido una disputa entre Kelley y su suegra. Ella y otros integrantes de la familia de Shields eran parroquianos de la iglesia. “Casi cada vez que estaba abierta la puerta, ahí estaba la suegra”, dijo Pomeroy. Pero la mañana del ataque, ella estaba en casa junto con su nieto. Cuando se dio cuenta de que se le había hecho tarde decidió no ir, según el pastor. “Creo que iba a la iglesia para encontrar a su suegra y planeaba dispararle a todos los de ese lado de la familia”, dijo Pomeroy. “Creo que vino aquí por ellos pero pretendía hacer algo mucho mayor”.

El pastor dijo que, aunque la presencia de Kelley era tan pesada, nunca se imaginó que fuera a tener “las agallas” para matar y herir a tantas personas inocentes. “Era una persona mala y odiosa, pero nunca habría ni pensado que tenía tanta oscuridad”. La mañana del ataque, Pomeroy estaba tomando una clase para tener la licencia que le permitiera ser instructor en un campamento para jóvenes el próximo verano.

El curso era para el manejo de pistolas y rifles antiguos. El pastor, que dijo que tiene un arma encubierta siempre que predica, no cree que alguien más en la iglesia haya estado armado. Kelley fue herido por una persona que le disparó afuera de la iglesia. “De cierto modo siento que si hubiera estado ahí podría haber hecho más”, consideró Pomeroy. “Pero ¿cómo saber si sí?”.

Después de enterarse de que su hija estaba entre las víctimas mortales, dudó sobre cómo decirle a su esposa. Sherri Pomeroy estaba en Florida en labores de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias. “No quería que estuviera sola cuando se enterara”, dijo Pomeroy. “Pero terminé por decirle vía telefónica. El pastor indicó que Sherri está teniendo un mal momento con la pérdida tanto de su hija como de una de sus mejores amigas. Sin embargo, añadió que el apoyo que les han hecho llegar personas de todo el mundo los ha ayudado. “Es alentador que, aunque hubo una mala persona que quiso arrebatarnos ese día”, declaró Pomeroy, “que miles de buenas personas se han acercado para apoyar”.

Dato:

25 personas murieron durante el tiroteo ocurrido en la iglesia.

Gerald Smith, de San Antonio, deja rosas sobre las cruces de las víctimas de la iglesia.

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