Lo primero que llamó la atención de los policías municipales de Ecatepec fue que aquel cuerpo no tenía ojos. Eso fue lo que vieron cuando al cadáver de Kenni Mireya Finol le quitaron la bolsa negra que cubría su cabeza. Luego notaron que el resto de la cara también estaba desfigurada, aunque la palabra más precisa sería “derretida”: antes de abandonar los restos de la mujer venezolana de 26 años en una calle de la colonia Jardines de Santa Clara, sus victimarios le echaron ácido como un último ultraje después de secuestrarla, violarla y ejecutarla.
Kenni había llegado desde Maracaibo, Venezuela, hasta la Ciudad de México, huyendo de la crisis económica que sacudió a su país en 2015. Probó con una serie de empleos de estabilidad dudosa y bajos salarios. Quiso ser modelo y no lo logró, así que encontró el atajo de la prostitución.
Alguien le habló de ZonaDivas.com, una página de internet que ofrecía mujeres como anuncios clasificados para ejecutivos de alto nivel, políticos y artistas. Ahí, sus compañeras le decían La Paris Hilton, debido a sus facciones refinadas, cabello rubio, nariz respingada y maquillaje discreto que la hacían parecer menor. Cuando se anunciaba como escort, Kenni aprovechaba esa tez de porcelana para asegurar que tenía 19 años, recién cumplidos.
La persona que la reclutó le prometió que sería libre de trabajar las horas que quisiera y de ofrecer sus servicios o negarlos cuando lo deseara. Cobraría 2 mil 500 pesos por noche y entregaría una comisión del 30 por ciento al sitio. En México la prostitución es legal si el intercambio de servicios sexuales se hace entre dos personas que lo hayan acordado, pero se convierte en delito si un tercero se beneficia económicamente de ese intercambio. Pero Zona Divas no era una simple página de internet donde las trabajadoras podían encontrar trabajo, sino que el sitio formaba parte de una banda de traficantes de personas que enganchaban mujeres en Venezuela y Colombia para traerlas a México por debajo del radar de las autoridades migratorias mexicanas, corrompiendo a agentes del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. El objetivo era rentarlas a hombres poderosos, mafiosos en su mayoría.
Algunos de esos clientes VIP eran los líderes de La Unión Tepito, el cartel de la droga más grande de la capital. El grupo criminal fue formado en 2010 después de que varios narcotraficantes decidieron unir fuerzas. Su nombre proviene de uno de los barrios más peligrosos de la ciudad, casi impenetrable para las autoridades. En los últimos años La Unión Tepito ha expandido sus actividades ilegales, no sólo se dedican al narcotráfico, también se han relacionado con secuestros y extorsiones a restaurantes del centro de la CDMX y de colonias turísticas de clase media alta.
Además de su conexión con esa organización, la página llevaba años siendo investigada en sigilo por autoridades de la Ciudad de México, Estado de México y federales. Por ello, Organizaciones como Comisión Unidos Vs la Trata arroparon a mujeres que huyeron de la maldición de esa página y acumuló sus testimonios. Pronto, las autoridades encontraron en los testimonios de las sobrevivientes que había tres modus operandi de ZonaDivas.com: uno, ofrecerle trabajo a mujeres mexicanas que buscaban trabajar como escorts; dos, buscar activamente a extranjeras en México que estuvieran desesperadas por enviar dinero a sus familias; y tres, sudamericanas a las que se les ofrecía trabajo como bailarinas y edecanes para luego ofrecerlas a los clientes VIP del sitio.
El último modus operandi era el peor: cuando llegaban a México, el ingreso de las mujeres no era registrado por el Instituto Nacional de Migración. Se les hacía “brincar” la aduana y eran enviadas a departamentos hacinados en las colonias Juárez, Nápoles y Del Valle. Ahí, se les quitaban sus pasaportes y documentos personales. Alguna escort veterana les indicaba que la empresa había pagado sus boletos de avión y hospedaje por un mes, por lo que ya debían alrededor de 80 mil pesos. Y que si querían el trabajo prometido primero debían hacer sexoservicio hasta pagar la deuda. Quien se negaba, era violada tumultuariamente para romperle el espíritu.
Luego, se les llevaba a una sesión fotográfica similar a la de una película pornográfica. A veces, las sesiones tardaban todo el día porque había que esperar a que las chicas dejaran de llorar. Cuando, por fin, estaban las tomas deseadas, las mujeres ya debían, también, lo de la sesión. Si de nuevo se negaban a participar en el trabajo sexual, las jefas de Zona Divas las amenazaban con enviar esas fotografías a sus hijos o, en el peor extremo, asesinar a sus familias.