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Trastornos psicológicos por el 19S aún afectan a cinco mil capitalinos

Publimetro constató que decenas de familias se han visto forzadas a tratarse médicamente; la UNAM alerta que 20% de la población que experimentó el sismo del 19 de septiembre de 2017 presenta este padecimiento, el cual podría prolongarse hasta 20 años

La herida que dejó el sismo del 19 de septiembre de 2017 aún no cierra. Es más, las secuelas ya son perceptibles, donde cerca de cinco mil personas han tenido que medicarse y acudir a terapia para superar el llamado estrés postraumático.

A un año y 10 meses del fenómeno que cimbró la vida de miles de capitalinos y que dejó a decenas de familias esparcidas en la capital del país sin patrimonio, los daños aún son inciertos.

Por si fuera poco, las autoridades de la Ciudad de México batallan por censar el número total de damnificados que lo perdieron todo, quienes refutan al gobierno de no escuchar sus demandas y peticiones para regresar a la normalidad.

Sin embargo, no sólo enfrentan eso, sino también los daños psicológicos tras ver escenas como su edificio derrumbarse frente a sus ojos, el dolor de perder a familiares dentro de estos inmuebles y el desgaste emocional que les ha generado vivir en campamentos o casas rentadas.

La situación es tal que la Secretaría de Salud de la Ciudad de México reveló a este a diario, a través de una solicitud de información, que ha ofrecido consultas a cuatro mil 600 personas por padecimientos como estrés agudo, ansiedad generalizada, trastorno depresivo y estrés postraumático.

A lo anterior se suman los estragos que provoca la alarma sísmica, pues si bien no se han relacionado directamente afectaciones por el sonido que produce el sistema de bocinas de la capital del país, la dependencia confirmó que existen alteraciones en las personas cada vez que se activan.

Tenemos noches 
de pesadilla

El sismo les cambió la vida a miles de damnificados que se han agrupado para exigir al gobierno de la ciudad una reconstrucción justa y sin favoritismos.

No sólo se quedaron sin hogar, también perdieron las esperanzas debido al nulo apoyo por las autoridades locales. “Durante las noches el miedo te invade y la posibilidad de un futuro siniestro nos paraliza”, comparten los damnificados del Multifamiliar de Tlalpan.

Sentimiento que comparten en los campamentos de las zonas afectadas que cruzan la Ciudad de México, de norte a sur.

“A casi dos años del sismo, la desesperación sigue, las noches de angustia y sin poder dormir están presentes, no tengo un techo seguro en dónde dormir y; sin embargo, la necesidad me obliga a permanecer aquí”, externó Esperanza Trejo Benítez, damnificada de Río Tíbet 24, en la alcaldía Cuauhtémoc.

Otro caso es el de la damnificada de Pestalozzi 27, Olivia Domínguez, quien no sólo tuvo que desalojar el departamento donde vivía junto a su esposo tras el sismo, sino también tuvo que adaptarse a un nuevo estilo de vida.

Junto a sus vecinos, Olivia acepta que sufre de insomnio y ha tenido problemas de salud debido a los recuerdos que le genera la experiencia del sismo del 19 de septiembre.

“No sólo impactó mi vivienda, sino también mi salud. Sufro cuadros de depresión y de ansiedad, tengo una angustia en el pecho que, por más que quiera, no desaparece, y un insomnio que se apodera de mí todas las noches”, comentó.

Trauma de 20 años

Dos de cada 10 personas que presenciaron el temblor el 19 de septiembre experimentan actualmente el síndrome del estrés postraumático.

Así lo constató Benjamín Domínguez Trejo, académico de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien además alertó que esta condición puede prevalecer hasta por 20 años.

“Cuando nos vemos sujetos a amenazas o a situaciones impredecibles e inmanejables, hay reacciones que pueden considerarse ‘normales’ porque tienen la función de protegernos.

Entonces, sentir miedo después de un terremoto es una reacción normal de protección”, explicó.

Y aún cuando la experiencia puede ser difícil, detalló, la mayoría de la población puede resistir este tipo de episodios; sin embargo, existe una parte del sector de la población que, si no se atiende a tiempo, podría desencadenar en emociones más fuertes.

“El síndrome no desaparecerá y se tiene que trabajar rápido y con precisión para identificar los casos de vulnerabilidad, de otra manera ese segmento puede quedar discapacitado”, alertó.

De acuerdo con el especialista, algunas personas que lo vivieron ya cursan por la etapa aguda; es decir, desde que ocurrió el evento se sienten estresadas y temerosas ante la posibilidad de que se repita, y eso depende de experiencias personales, incluso genéticas.

El daño podría variar, ya que si no son tratadas, las personas pueden llegar a perder el deseo de trabajar y de convivir, incluso recurrir al uso del alcohol o de drogas para superar sus alteraciones.

Otra característica del síndrome es la respuesta de huida, así como la activación simpática, en la que el individuo se siente sobresaltado, con demasiada energía, tanta que no puede estar sentado por un rato ni dormir.

El especialista acotó que también se presentan secuencias retrospectivas o flashback; es decir, aunque no lo deseen, las personas repiten escenas traumáticas de manera involuntaria, en este caso, los recuerdos del temblor.

 

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