Estados

El campamento Zeta donde madres buscan “tesoros” desaparecidos

Con ayuda de un mapa anónimo y dos testigos de identidad protegida, integrantes del colectivo ´Madres Luna´ ubicaron este predio en el municipio de Córdoba.

Ya pasaron 20 minutos. ¡Va para arriba!», avisa don Humberto a cuatro hombres y pide que juntos tiren de una cuerda para sacar a Marcela de un pozo de 16 metros que ellos han escarbado con picos y palas; la meta aún se mira lejana.

Hombres y mujeres han removido tierra, lodo y piedras durante dos meses -incluyendo fines de semana y días festivos- para dar con lo que ellos llaman «tesoros». No se trata de agua ni de petróleo, son restos de personas que desaparecieron en este lugar, referido como un campamento del cartel de Los Zetas.

Con base en denuncias interpuestas ante la FGE, los responsables de estos crímenes son presuntos secuestradores, pero también policías municipales y de la SSP.

Con la ayuda de un mapa anónimo y de dos testigos de identidad protegida, integrantes del colectivo ´Madres Luna´ dieron con la ubicación de este predio, oculto entre cerros y cañaverales, en el municipio de Córdoba, en la zona centro de Veracruz.

Los informantes señalaron a los familiares -con una equis en el croquis- las ruinas de una ex hacienda, en cuyo patio sobresale un tubo de 80 centímetros de diámetro y una profundidad de 40 metros. «Ahí echaban los cuerpos y por lo profundo del tubo era ideal para desaparecer víctimas», cuenta Marcela, mientras recupera un poco del oxígeno que en el subsuelo se vuelve escaso.

La madre de Dorian Rivera Zurita, desaparecido el 11 de octubre de 2012, viste un uniforme blanco de perito que en nada se parece a los
trajes ajustados que usaba hace siete años cuando, junto a su hijo, se dedicaba a la venta de bienes raíces.

Marcela cuenta que el tubo de acero donde hoy buscan restos humanos, fue instalado por Hidrosistemas de Córdoba (una dependencia municipal), con la finalidad de encontrar agua y surtir a campesinos que siembran caña, chayotes y café a los alrededores.

«No encontraron agua y lo dejaron abandonado (el tubo). La delincuencia lo aprovechó para tirar cuerpos. Puedo decirte que esta hacienda fue una zona de ejecuciones», agrega la mujer de un metro con 60 centímetros, quien coordina desde hace dos meses la brigada en este pedazo de tierra, apartado de la zona habitada.

Cuando sólo va la madre, la probabilidad se reduce a un 50% de coincidencias, lo que limita a la autoridad a entregar los cuerpos, consideran colectivos

Para confirmar los señalamientos anónimos, y convencer a las autoridades de emprender una diligencia, el grupo de familiares lanzó una varilla al fondo del tubo, misma que reforzaron con cemento para que ganara peso y que su punta de fierro se hundiera.

«Sacamos la varilla con una cuerda y vimos que salió embarrada de cal. Es común que criminales avienten cal y piedras para que los restos no huelan mal. Conseguimos ese indicio y comenzamos a hacer un pozo junto al tubo. Y no nos iremos de aquí hasta saber que hay abajo», dice Marcela.

En unos 60 días, nueve familiares de desaparecidos acumulan 16 metros de excavación, así como prendas de vestir de distintas tallas, zapatos y credenciales que han encontrado al interior de la ex hacienda que custodian al menos 15 policías estatales y de la Guardia Nacional.

«Es imposible que yo piense, después de 7 años, que mi hijo está vivo. Claro que todas guardamos esa esperanza, pero también tenemos que estar preparados para cualquier cosa y buscar; nosotros lo hacemos mejor que cualquier autoridad», presume Marcela, en un descanso de la jornada de ocho horas.

Las tareas que realizan Marcela, Rosario, Humberto, Guadalupe, Abigail, Carlos, Elías, Jesús y Kevin no son algo nuevo para ellos. Su última búsqueda concluyó en mayo de 2019, en unos pozos del municipio de Omealca (ubicado en la misma región), donde hallaron –en más pozos-15 cráneos de personas, de los cuales dos ya fueron identificados gracias a prendes de vestir, credenciales y cadenas.

En reunión con el subsecretario Alejandro Encinas, colectivos dejaron en claro que solo trabajarán con la federación

«Aquí han llegado campesinos y lugareños que nos dicen que busquemos bien, que ellos veían cómo aquí mataban a personas y las aventaban por el tubo», comparte Rosario, otra integrante de la brigada encargada de realizar bitácoras y que busca a su padre, Artemio Solano, desaparecido desde el 1 de junio de 2017 en esta región montañosa.

El campamento se ubica a escasos 500 metros de la comunidad de San Rafael Calería, donde más familias (en abril de 2016), guiadas por la Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, encontraron 10 mil fragmentos carbonizados al fondo de 11 pozos de riego; los restos permanecen resguardados por la Fiscalía de Veracruz.

Para consultar la nota completa da click aquí.

DV Player placeholder

Tags


Lo Último

Te recomendamos