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A lo largo de 25 años el volcán Popocatépetl provocó cambios importantes en el país, sobre todo en medidas de protección civil, así como en el conocimiento científico, aseguraron investigadores y autoridades en esta materia durante el encuentro ‘El Popocatépetl: 25 años de actividad eruptiva’, realizado en el Instituto de Geofísica (IGf) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
El director del IGf, Hugo Delgado Granados, dijo que en este cuarto de siglo los investigadores en este tema han tenido contacto con la realidad.
“Nuestra ciencia no solamente es físico-matemática o geoquímica, sino que nos permite apoyar a la sociedad con estos conocimientos, siempre hemos tenido apoyo del Cenapred y de Protección Civil federal”.
Durante el evento expuso que la primera gran fumarola se registró el 21 de diciembre de 1994, aunque desde 1990 el Popocatépetl comenzó a mostrar los primeros signos de activación.
Los expertos de la UNAM hicieron las investigaciones iniciales en el volcán, después contactaron al Cenapred y al Instituto de Ingeniería, quienes en conjunto con el IGf establecieron el primer comité asesor quien revisó los estudios de gases, muestras de azufre y sismología del volcán.
La labor que han realizado los investigadores de la UNAM fue reconocida por el coordinador Nacional de Protección Civi, David León, pues su trabajo es fundamental para monitorear, investigar y conocer de mejor forma al volcán.
“Su labor fue destacada por el gobierno federal en 2019 con el Premio Nacional de Protección Civil en la categoría de Prevención. Significa un reconocimiento al esfuerzo de dos décadas y media en torno al volcán. El trabajo que realizan llega a las familias mexicanas, se concreta en mecanismos de prevención y preparación, y eso es muy satisfactorio”.
Monitoreo volcánico
En los últimos dos años, la UNAM, el Servicio Sismológico Nacional y el Cenapred han modernizado la red sismológica y de geofísica del Popocatépetl, destacó Marco Caló, investigador del IGf.
Entre los trabajos que se realizaron destacan la reparación de los equipos que ya no funcionaban, instalación de sensores sísmicos de última generación, colocación de equipos de GPS para las estaciones más cercanas al cráter; sensores de monitoreo meteorológico; instalación de video de alta definición y un sistema de transmisión de datos capaz de garantizar el monitoreo también en caso de eventos mayores.
“Todas las estaciones que monitorean el volcán están sujetas a un peligro muy elevado por la caída de balísticos, si añadimos el peligro de lahares, es decir, los flujos de sedimento y agua, todas las estaciones podrían ser afectadas en caso de un evento mayor”.
El Popocatépetl en la actualidad
El director del Centro de Estudios Mexicanos UNAM Costa Rica, Carlos Valdés, destacó que en México hay más de dos mil volcanes, 12 de ellos considerados activos o peligrosos, cerca de los cuales vive aproximadamente 75 por ciento de la población.
Desde 1994 hasta el año pasado se registraron más de 83 domos o tapones, lo cual implica que hay equilibrio entre el material que asciende y su destrucción; en ese periodo también se analizaron más de cinco mil 500 sismos originados en el coloso.
“Las mejoras en la instrumentación y los sistemas de monitoreo han permitido revisar en tiempo real la información, además de hacer análisis que permiten tomar mejores decisiones. Da la impresión de que la actividad va aumentando, pero hay un equilibrio de fuerzas entre la presión que ejerce el edificio volcánico y el material que quiere salir; mientras haya un equilibrio tendremos una situación estable”, aseguró.
Finalmente, Guadalupe Valencia García, coordinadora de Humanidades, recordó que han pasado dos décadas y media desde que el volcán se manifestó como ente vivo ante la Ciudad de México, Morelos, Puebla, Tlaxcala y Estado de México.
“En 1994 el país era una tierra convulsa, y no es de extrañar que él también manifestara su sentir ante una nación que se contenía para no explotar”, concluyó.
