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Covid-19 empeora la reconstrucción en Alepo, Siria

Actualmente Siria registra una inflación del 50 % que se ha ido agravando en los últimos meses por la crisis que atraviesa el vecino Líbano

El 16 de febrero de 2020, tras la toma de los últimos suburbios, la ciudad de Alepo, Siria, quedó íntegramente bajo el control del ejército sirio y terminó el riesgo de nuevos bombardeos sobre la población. Pero la situación de sus habitantes, lejos de mejorar, se ha agravado. El motivo: la llegada del Covid-19 y el embargo de Estados Unidos al régimen de Bashar al Asad.

«Hoy día, la gente está cansada, no puede más», aseguró a Efe desde esta ciudad del norte de Siria Georges Sabe, uno de los «Maristas Azules» que en 2016 fueron galardonados con el Premio Internacional «Navarra» a la Solidaridad por su trabajo para atender a las personas damnificadas por la guerra.

Los Hermanos Maristas están en Siria desde 1904. Al comienzo de la guerra, en 2011, decidieron reorientar su labor para atender a los desplazados del conflicto armado, lo que dio lugar a la aparición de los denominados «Maristas Azules», un grupo de religiosos y voluntarios conocidos de esta forma por las sudaderas azules con las que trabajan.

Existen proyectos de reconstrucción en Alepo

Sabe, nacido en Alepo, aprendió castellano en Lérida, donde hizo su noviciado en el Monasterio Marista de Las Avellanas. Tras concluir su formación, regresó a Siria, donde siempre ha trabajado con la infancia y las familias más desfavorecidas.

Ya en 2017 se iniciaron algunos proyectos de reconstrucción y muchos ciudadanos de Alepo regresaron a sus hogares si sus casas no habían quedado completamente destruidas. Pero la reconstrucción se ha parado en seco por el coronavirus y, sobre todo, «porque estamos sufriendo las consecuencias de la Ley Cesar, un embargo injusto impuesto por Estados Unidos y apoyado por la Unión Europea», denuncia Sabe.

«En realidad, estamos pasando los peores momentos de la guerra en Siria. Si antes la guerra era con armas, actualmente es la guerra económica. Quieren asfixiar al pueblo sirio. Es una vergüenza que, en la época del coronavirus y en contra de las esperanzas del pueblo sirio, los gobiernos europeos decidieran la prolongación por un año del embargo y se publicara en Estados Unidos la Cesar Act», explica.

De esta forma, la libra siria ha colapsado provocando que los precios de los productos se dupliquen. El país registra una inflación del 50 % que se ha ido agravando en los últimos meses por la crisis que atraviesa el vecino Líbano, que durante el conflicto ha sido un refugio para empresas sirias y particulares.

«La gente en Siria está cansada»

El que sufre las consecuencias «es el pueblo sirio», denuncia Sabe, quien subraya que los damnificados «son los pobres que han sufrido una guerra de años y años y que tenían la ilusión de que todo iba arreglarse, pero descubrieron que la guerra económica es una injusticia».

Durante seis años, destaca, «he sufrido la guerra y he resistido a todos los choques. Hoy día, la gente está cansada, no puede más. Antes de la guerra, el pueblo sirio dormía en su casa, trabajaba, esperaba mejorar su situación económica y social con un boom económico tan fuerte».

Según Sabe durante la guerra, «las organizaciones internacionales han provocado, con su ayuda, un cambio en la mentalidad de la gente. Han pasado a ser mendigantes, pasando de una ONG a otra para pedir ayuda, perdiendo sus viviendas, sus barrios y su trabajo».

El futuro de Siria

La ONU estima que un 83 % de los sirios vive con menos de 100 dólares al mes. «Hoy somos pobres. El fruto de nuestro trabajo no nos permite vivir dignamente», asevera.

«Muchas familias se ven reducidas a dos ancianos cuyos hijos están fuera del país y que, ojalá no sea así, no volverán», indica Sabe, que junto a los demás «Maristas Azules», apoyados por más de 110 voluntarios, trabajan en diferentes proyectos, tanto educativos como de desarrollo, de producción y de servicios a la población (salud, alojamiento y campo de refugiados), entre otros.

Pero Sabe no pierde la esperanza: «Creemos que es posible llegar a una paz en nuestro país, educando a nuestros niños en el respeto mutuo, respetando las diferencias, resolviendo las tensiones con métodos no violentos, construyendo la persona antes de reconstruir las piedras, aportando un alivio a toda persona sin prejuicios y no haciendo diferencias por ningún motivo».

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