Nuevo León

Regios en África se enfrentan al viaje de sus vidas en medio de la pandemia del coronavirus

Oscar y Sofía llegaron a África en enero de 2020, mucho antes de que el coronavirus se convirtiera en una emergencia sanitaria mundial.

Por Roxana Galindo

No se trata de una película ni de una serie de Netflix, es una aventura real la que viven Oscar Araujo Torres, de 46 años de edad y su esposa Sofía Aguilar, de 27 años, quienes viajan en bicicleta por el continente africano, recorrido que se detuvo temporalmente por la pandemia de COVID-19, pero que les ha dejado grandes travesías e historias inolvidables en su memoria.

Pero empezamos por el principio. Oscar y Sofía llegaron a África en enero de 2020, mucho antes de que el coronavirus se convirtiera en una emergencia sanitaria mundial.

Desde Monterrey, Nuevo León, México planearon emprender una andanza que tuvo un comienzo, pero que no saben con exactitud cuál será su fin.

Una “excursión” que estaban conscientes que podría durar desde seis meses o hasta un año, trasladándose en pedales por países africanos.

Todo marchaba conforme al plan, sin embargo, debido al COVID-19 se fueron cerrado fronteras y los regiomontanos actualmente se encuentran varados en Maun, un pequeño pueblo en el norte de Botsuana, nación sin salida al mar ubicada al sur de África.

Desde el 30 de marzo están refugiados en una casa donde se les dio asilo.

Maun es la capital del delta del Okavango, compuesto por un gran sistema de ríos y lagos de 22 mil kilómetros cuadrados, en el norte de Botsuana.

Para imaginarnos el sitio en el que se encuentran, la «Joya del Kalahari» como se le conoce, es capaz de convertir los terrenos más áridos del planeta en un paisaje pleno de vida gracias a los más de 11 mil millones de metros cúbicos de aguas procedentes de las lluvias de las tierras altas de Angola ubicadas a más de mil kilómetros de distancia y cuyo espectáculo puede ser visto hasta desde el espacio.

No es difícil entonces pensar en las bellezas de este territorio. Aún así el viaje no ha sido sencillo, pero la pareja se lo ha tomado de forma propositiva.

“El hecho de que lo planeáramos por mucho tiempo facilita el hecho de adaptarte a ciertos cambios, que sí fueron algunos fuertes, pero también nos favorecieron”, comentó Araujo.

Cambio de planes

Llegar a Maun, significa un vuelo de dos horas desde Johannesburgo, para llegar ciudad con un turismo naciente, con casas desperdigadas a lo largo de su geografía y donde toda la vida gira en torno a los centros comerciales y gasolineras, que contrastan con las aceras que dan paso a burros y cabras, pero también mercaderes que ofrecen productos obtenidos de la agricultura.

Es aquí donde los dos aventureros se encuentran temporalmente “atrapados” por el tema de la pandemia.

Así, el impedimento para seguir viajando, retenes, policías en todos lados y el no poder visitar los lugares turísticos de los alrededores, son algunas dificultades a las que se ha tenido que enfrentar el matrimonio.

“Se fue todo poniendo más estricto, es decir, que ahora para salir necesitabas un permiso (…) Para ir a comprar cosas, entonces se empezaron a cerrar todos los negocios”, detalló Óscar.

Entre las anécdotas que han recopilado se encuentra una que nunca olvidarán.

Al realizar un recorrido desde la frontera con Sudáfrica hacia Gaborone, capital de Botsuana, llegaron a una aldea en donde las personas mayores no hablaban inglés, sino tswana, el idioma local.

No obstante, gracias a un joven traductor que casualmente se encontraron, pudieron comunicarse con el jefe de la comunidad para pedir permiso de hospedarse.

“Una señora gritaba que qué tal si nosotros estábamos infectados, pero lo gritaba en su idioma y nosotros no entendíamos mucho y teníamos que preguntar”, compartió Óscar.

“No nos recibían tan fácil. Para nosotros no era una situación difícil, era gracioso para nosotros (…) Tienes que estar dispuesto a pasar ciertas aventuras, se nos hacía un poco gracioso que nadie nos quería recibir”.

Luego de ocho puntos en donde buscaron hospedaje, finalmente consiguieron un espacio comunitario para acampar, sin embargo, llegaron las autoridades argumentando que les habían reportado a “extranjeros infectados por COVID”.

Los rumores del cierre de fronteras les llegaron mientras -siguiendo su ruta hacia el norte- pedaleaban a Gaborone.

Fue entonces cuando conocieron a una persona que les dio asilo en donde hoy se refugian.

“En este lugar una persona nos recibió y como nos vio que andamos viajando en bicicleta, teníamos nuestras bicicletas con mochilas grandes. Entonces nos sacó plática (…) Con buenas intenciones nos invitó a quedarnos en su casa”, explicó el ciclista viajero.

Destino: aventura

Para Óscar Araujo las travesías y deportes extremos siempre han sido un modo de vida.

El regio tiene casi 30 años practicando el montañismo, senderismo, cañonismo, ciclismo y escalada y se ha especializado profesionalmente para ser guía turístico de cañonismo en Matacanes, Nuevo León.

“Mi pasión es viajar y conocer lugares como parques naturales, no solamente montañas, sino también selvas”, expresó.

“Son disciplinas que disfrutas, pero que a parte tienen tanta área para explotar, para hacer cosas, para hacer deportes”

El viaje a África es el primero en bicicleta que hacen juntos Óscar y Sofía -quienes no tienen hijos-, pero ya antes se habían ido de “mochileros” por Asia.

Por separado, Óscar ha cruzado sobre dos ruedas Canadá y varios países de Europa.

Ahora, la meta que ambos tienen es continuar por el norte de África por naciones que no tienen contagios por coronavirus, hasta llegar a Egipto, atravesando primero de Botsuana a Tanzania, para luego continuar el segundo tramo hacia El Cairo.

Además, pretenden colaborar en actividades de una asociación que tiene la mamá de una de sus amigas dedicada a la construcción de escuelas en África, para ayudar a niños a aprender actividades, además de sus estudios, y tengan opciones laborales en el futuro.

“Pretendemos llegar y estar ahí, quizás un mes (…) apoyando en alguna actividad comunitaria”, aseguró.

Araujo y su esposa sí que cumplen la distancia con sus familiares durante esta pandemia y por miles de kilómetros, pero se comunican con ellos constantemente a través de mensajes, llamadas y videollamadas, lo que los mantiene cercanos y tranquilos.

Además, les quedan recursos suficientes para avanzar con su ruta, pues antes de trasladarse a África ahorraron dinero por muchos meses para cumplir su sueño.

Pese al caos global que ha causado la COVID-19, Óscar y Sofía no se rinden ni dejan de sonreír y de aprovechar las lecciones que experimentan día a día.

Quizá la vida sea eso. Un viaje en bicicleta en el que hay que seguir pedaleando y disfrutar del camino y de sus paisajes, bajo el sol, la lluvia o aunque se atraviesen problemas, obstáculos o hasta un virus mortal.


Más Historias del COVID-19 aquí 

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