Uno suele ser más crítico con las cosas que le son importantes que aquellas que le son indiferentes. Por ello es que la realidad que vive el Partido Acción Nacional me alarma y enoja.
Hace seis meses, en un proceso electoral exprés, se eligió a Ricardo Anaya como presidente del PAN. El queretano llegaba para reemplazar la desgastada figura de Gustavo Madero, quien había utilizado el cargo para alimentar su revanchismo personal, prometiendo una renovación del partido que el propio Anaya dirigió como interino apenas unos meses atrás para que Madero pudiera ser diputado plurinominal.
La regeneración propuesta por el ex subsecretario de Turismo en el gobierno de Felipe Calderón ofrecía no sólo la cara nueva de un político joven, sino un combate frontal a la corrupción que ha invadido al partido. También prometía una postura más crítica como oposición a diferencia de Madero, quien vitoreaba en cada oportunidad que tenía al Presidente de la República.
Quizá inspirados por el actual gobierno federal, que ha hecho de la promoción televisiva todo un estilo de gobernar, los cercanos al presidente nacional del PAN han elegido que sean los spots y no las acciones de su dirigente las que hablen por el partido. Desde su primer anuncio de campaña donde aparecía en las oficinas del comité municipal de Querétaro rodeado de extras y no de militantes panistas se preveía que su presidencia sería una dedicada a construir su imagen personal y no en reconstruir la del partido.
Con sus spots Anaya busca afianzar su imagen personal en las encuestas de presidenciables para 2018, aunque no le aporten beneficios tangibles al partido que dirige ni a los candidatos que abandera. Al aparecer en esos spots Anaya deja al PAN indefenso ante las abusivas prácticas de Andrés Manuel López Obrador, quien hace lo mismo desde MORENA, el tercer partido político en el que ha militado, de modo que sus futuros candidatos no podrán denunciar la campaña anticipada de AMLO, la cual se ha extendido a casi 16 años de narcisista promoción personal.
Con esos spots Anaya no ha logrado proyectar la imagen de un partido renovado pues es muy difícil proyectar lo que no existe. Este 2016 se elige gobernador en 13 estados y los candidatos panistas carecen de una marca que les agregue valor como opciones políticas. Hace apenas 10 años el PAN era percibido como un partido honesto y respetuoso de las leyes. Para un candidato a una alcaldía o gubernatura la marca PAN le agregaba confiabilidad y credibilidad. Como lo pudimos atestiguar hace apenas una semana en Colima los ciudadanos sancionaron electoralmente al PAN por insistir en nominar a un candidato que generaba dudas e incertidumbre.
Jorge Luis Preciado, un político con pocos logros personales y varios escándalos en su currículum, vio desfondarse el apoyo popular que obtuvo en la elección ordinaria de junio pasado una vez que estuvo más expuesto al escrutinio público nacional. El silencio de Anaya en los días posteriores a que perdiera la elección de Colima es todavía más revelador: para no cargar con la derrota ha dejado sólo a su ex candidato y al partido con lo que queda al descubierto que ninguno de ellos son su prioridad.
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En las 12 elecciones que vienen este año el panorama no es muy alentador: Aguascalientes, Zacatecas, Sinaloa, Tlaxcala, Puebla, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo, Tamaulipas, Chihuahua, Veracruz y Durango presentan posibilidades de crecimiento electoral en algunos casos, pero en su mayoría son estados que históricamente le han sido adversos al PAN pues en 7 de ellos nunca ha podido gobernar y en otros dos lo ha hecho mediante alianzas con otros partidos. A pesar de la crisis de credibilidad que vive el gobierno federal y su partido el PAN no ha podido reconstituirse como una alternativa de cambio creíble incluso en estados como Hidalgo, Quintana Roo y Tamaulipas donde siempre ha gobernado el PRI.
En cuanto al combate a la corrupción no hay nada que festejar todavía. Anaya nombró a Luis Felipe Bravo Mena como encargado de investigar y sancionar las acciones de panistas señalados por corrupción. Hasta hoy no se conoce de ninguna sanción que se hubiera impuesto aun cuando empresas como AS Deporte, la líder en eventos deportivos del país y parte del grupo CIE, denunciaron públicamente a funcionarios de la Delegación Benito Juárez. Bravo Mena es un político respetado y todavía no ha podido desarrollar las reglas de operación y la estructura de trabajo que le asistirá, así que los primeros resultados que arroje serán fundamentales para comprender cuánto han permeado en el partido las prácticas que antes se señalaban como exclusivas del PRI.
Síntoma de la crisis interna del PAN y del extraviado liderazgo de Anaya es que el movimiento ciudadano más importante que se está gestando entre militantes panistas y ciudadanos independientes, la plataforma “Yo Con México” que presentó Margarita Zavala este fin de semana, está sucediendo afuera del partido. El PAN que siempre ha caminado de la mano de la sociedad civil organizada hoy está ausente en la arena de las organizaciones no gubernamentales que cada vez tienen más problemas para ser escuchados por la burocracia federal.
Finalmente está el compromiso incumplido de revisar el padrón de militantes panistas. Manoseado e inflado de forma indiscriminada el registro nacional de miembros debe ser revisado por entidades fiscalizadoras independientes. En su interior encontrarán a militantes del PRI y PRD así como a agrupaciones políticas completas que son mercenarias del voto.
Nada simboliza mejor la grave crisis de Acción Nacional que su padrón: una lista de personas que no conocen ni comparten los principios que dan origen, que ignoran su historia y que solamente lo ven como un instrumento para su ambición personal. El desprecio ciudadano hacia la política se agrava cuando no alcanza a percibir diferencias entre las opciones políticas que se le presentan. Cuando todos le recuerdan a Alí Babá o a los gobiernos setenteros que este país padeció.