Opinión

La columna de Vicente Amador: México en recesión… lectora (Segunda parte)

De acuerdo con Módulo de Lectura 2016, existe una relación sustancial y directa entre el aprecio por la lectura y su fomento desde la niñez: casi el 90% de los lectores fueron estimulados en su casa y en la escuela

Unos de los resultados —en mi opinión de los más interesantes del Módulo de Lectura (MOLEC) 2016— es que existe una relación sustancial y directa entre el aprecio por la lectura y su fomento desde la niñez: casi el 90% de los lectores fueron estimulados en su casa y en la escuela. A unos días de celebrar el Día del Niño, hablemos de la importancia del impulso de esta práctica desde la infancia.

Los motivos por los que las personas no leemos dan claridad sobre el amplio número de lectores que se podrían conseguir gracias al incentivo de esta actividad desde temprana edad. Casi el 50% de los encuestados argumenta no leer por falta de tiempo. Esa declaratoria huele en algunos casos a pretexto, porque “el que quiere, puede”, expresa la sabiduría popular. El 22.4% no lee por falta de interés, motivación o gusto por la lectura; el 12.7% no lo hace por problemas de salud; el 11.7% prefiere realizar otras actividades y poco más del 4% refiere falta de dinero como razón para apartarse de los textos.

Para fomentar la lectura hay diversas técnicas. Son los pedagogos quienes mejor podrán señalarlas. Al respecto solamente refiero una última idea: el ser humano no nace con el gusto por la lectura. Es un hábito que se adquiere como todas las virtudes: queriéndolas y esforzándose para conseguirlas. Si recuerdo bien la anécdota, fue Mario Vargas Llosa quien, para referir la importancia de la fuerza de voluntad en la práctica de la lectura y la escritura, preguntaba irónicamente: ¿Acaso usted ha visto a un primate sentarse a leer o a escribir?

Sin embargo, incluso antes de la fuerza de voluntad —del libre afán que no poseen los animales—, es necesario haber visto personas leer e identificar ese comportamiento como bueno, para entonces quererlo. Esa es la razón por la que resulta central el estímulo en el hogar si lectores queremos hacer. Y el mayor de estos incentivos es ver a nuestros padres o tutores realizando esta actividad. El mismo MOLEC muestra como la mayoría de los lectores actuales vieron a sus padres leer, les leían cuentos, había libros en su casa, los llevaban a bibliotecas y/o librerías. Y lo mismo, en la escuela.

Hace varios años asistí a una reunión de profesores universitarios donde el tema principal fue, precisamente, la lectura de los textos clásicos. Muchos de los asistentes dieron su opinión, casi todos se quejaron del poco tiempo y esfuerzo que las nuevas generaciones dedican a leer, ¡mucho menos a estudiar las grandes letras!

Casi para concluir aquel claustro académico, una extraordinaria maestra de literatura pidió la palabra. Empezó narrando un pasaje de La Ilíada, de Homero, sobre “el ejemplo” como principal elemento formador del ser humano. Aquel fragmento, fantásticamente expuesto, robó rápidamente la atención del auditorio. En pocos minutos, sus palabras nos transportaron a tierras griegas. De pronto, entre imágenes de barcos y batallas, la profesora se detuvo y preguntó. «¿Verdad que es muy bonito? Cuando conocemos y atesoramos estas historias, es más fácil fomentarlas en los alumnos». Inmediatamente el resto de los asistentes empezaron a aplaudir. La ovación continuó de pie. La lección quedó clara: hay que empezar por nosotros.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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