El domingo anterior celebramos el Día Mundial del Medio Ambiente. El 5 de junio de cada año es el día que la Asamblea General de las Naciones Unidas designó para recordar e invitar a los gobiernos, organizaciones y personas a emprender actividades que reafirmen su compromiso con la protección y el mejoramiento del entorno natural.
El lema del Día Mundial del Medio Ambiente de este año es: “luchando contra el tráfico ilegal de vida silvestre”, tema sobre el que también versan estas líneas.
Según datos de la Interpol, el tráfico ilegal de flora y fauna es el tercer tipo de negocio ilícito más importante en el mundo, después del contrabando de drogas y armas. Se estima que anualmente más de 350 millones de plantas y animales son vendidos en el mercado negro. Sólo en el caso de los animales, el tráfico ilegal tiene un valor que va de los 7 a los 23 mil millones de dólares. También la tala ilegal de árboles es un lucrativo negocio que arroja anualmente ganancias entre los 30 y los 100 mil millones de dólares.
Los traficantes usan las mismas vías que los importadores legales de animales, sólo que falsifican certificados, camuflan la mercancía, la mezclan con otras cargas, la mandan en cajas con doble fondo y corrompen autoridades. En una misma jaula se pueden encontrar especies con y sin certificados. Se transportan, por ejemplo, serpientes venenosas que, al pasar por la aduana, nadie se atreve a verificar.
Las condiciones en las que transportan a los animales son tristísimas. Tres de cada cuatro animales jamás llegan a su destino. Animales amarrados, hacinados, golpeados, envueltos en espacios mínimos e insalubres, sin alimentos, narcotizados.
Con casi el 50% de toda la biodiversidad del planeta, América Latina es la región más explotada. Aquí, los animales más ilegalmente comercializados son caimanes, cocodrilos, iguanas, caracoles rosados y tortugas marinas. No es difícil imaginar los muchos artículos de lujo donde estos animales van a parar.
En México, según la SEMARNAT, los animales que más se trafican son el perico cabeza amarilla, la guacamaya, el tucán pecho amarillo, el mono araña y el mono aullador, la tarántula rodillas rojas, las iguanas y las víboras de cascabel.
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El tráfico de vida silvestre es crimen organizado y se impulsa, se alimenta y se articula junto con el narcotráfico, el tráfico de personas y el terrorismo. Son mafias coordinadas que cometen estos delitos primero, por la alta demanda, gracias a la corrupción, el incumplimiento de la ley, la falta de legislación, de ética y de educación. Y esas son también las áreas que deben reforzarse para mitigar este problema, empezando por la conciencia individual: la primera y la más importante de las batallas.
Para Andrea M., indudablemente.