Hay un principio en el universo, manifestado de diversas maneras en prácticamente todas las tradiciones espirituales, religiones y escuelas, que dicta que aquello a lo que se le presta atención y que se pronuncia repetidas veces, se convierte en la realidad que usted, yo y todos vivimos; así que si seguimos esta veta tenemos que concluir que si usted quiere ver el bien manifestado, entonces tiene que pensar, hablar y accionar el bien.
Los progresos en la brecha de la materialización se ven detenidos la mayoría de las veces por los reflejos contradictorios que generamos. Provocamos un choque de fuerzas al decir que buscamos la salud y al mismo tiempo hablamos de la enfermedad que queremos erradicar, porque al nombrarla le damos todo el crédito y todo el poder. Y lo mismo ocurre con cualquier cosa que querramos borrar del panorama: entre más atención, mención, y acción pongamos sobre eso, más y más crece.
Al ser co-creadores de la realidad, estamos en perfecta posibilidad de acrecentar unas fuerzas o las otras, y la elección -siempre de los siempres- es nuestra. Usted dirá: hay que ser realistas, no podemos evadir lo que está sucediendo; y efectivamente, tenemos que tomar con ambas manos aquello que nos acontece, pero no como auspiciadores, sino como transformadores. Parece muy tenue, pero es muchísima la diferencia que existe entre apoyar una causa desde el deseo por un bien mayor que desde la subordinación a lo que se busca cambiar.
Todo es energía, y por lo tanto somos capaces de darle vida con nuestra energía a todo aquello a lo que le damos atención y en lo que ponemos la intención. ¿Ha notado que al enfrentarse a un problema, entre más piense y hable de él más crece? Es como si tomara la espiral descendente a velocidades aceleradas. Si quiere sanar de una enfermedad, no la platique con todo mundo, no la esparza como si fuera una noticia que todos tienen que saber, no la reproduzca ni en pensamiento, ni en palabra ni en acción, mucho menos la convierta en tendencia o moda, y si realmente la quiere ver partir, verá cómo le resta fuerza al retirarle su valiosa energía.
Si tiene un problema de dinero, no platique su desgracia, no se endeude en calidad de víctima, no siga repitiendo que la situación va de mal en peor, porque entonces, por elección –conciente o no- se une a la ola que está viviendo lo mismo. Opere desde el bien, hable de la salud, hable de lo bueno que tiene, sea proactivo, haga obras que versen sobre lo que quiere, no dramatice lo que dice no desear, y eso sí: jamás de los jamases se queje, porque en ese preciso instante usted se convierte en parte activa del problema. Usted y todos somos los reproductores del eco que algo tiene para subsistir, sea consciente de eso, porque ahí radica un enorme poder. El viejo adagio “el pez por su boca muere” hace perfecta alusión de que son nuestras palabras y acciones las que esculpen momento a momento eso que después llamamos verdad.