Hace algunas semanas estuve en una carrera de ciclismo de montaña. La empresa sinaloense Raudor diseñó un circuito de aproximadamente cinco kilómetros con múltiples obstáculos, algunos de ellos complicados de sortear incluso para los profesionales. Me sorprendió uno de los participantes por su destreza con la bicicleta, por la alegría que transmitía y porque no tenía una pierna. Aquella mañana pensé que la discapacidad se aloja con mayor frecuencia en las actitudes, más que en el cuerpo.
La ONU proclamó el 3 de diciembre como el Día Internacional de las Personas con Discapacidad. Así como en otras conmemoraciones, el objetivo es llamar la atención sobre el tema y movilizar apoyos que faciliten la inclusión de personas con discapacidad en la sociedad. Por un lado, porque esta inclusión significa desarrollo material para el país. Sin embargo, independientemente de este crecimiento, la responsabilidad principal radica en que estamos hablando de ciudadanos y su desarrollo como seres humanos.
Para dimensionar el tamaño de la discapacidad se me ocurren dos formas. La primera es ponernos en los zapatos de una persona con discapacidad y ser empáticos con sus esfuerzos: sí con la discapacidad, pero también — y ahí quiero poner el acento en esta ocasión — con la falta de infraestructura en las ciudades, calles y edificios, para que puedan desenvolverse con más facilidad.
Otra manera de dimensionar la discapacidad en nuestro país es a través de las estadísticas. Ahí van algunos datos:
1) Con cifras del lNEGl sabemos que de los aproximadamente 120 millones de mexicanos, casi 7.2 millones reportan alguna discapacidad. Esto significa que la prevalencia de la discapacidad para 2014 fue del 6%. Por otro lado, la proporción de mujeres y de hombres con discapacidad es muy similar y la mayor concentración sucede en los adultos mayores.
2) En orden de mayor a menor ocurrencia, los tipos más frecuentes de discapacidad son: caminar, subir o bajar usando sus piernas; aprender, recordar o concentrarse; escuchar; mover o usar sus brazos o manos; bañarse, vestirse o comer; problemas emocionales o mentales y, finalmente, hablar o comunicarse.
3) Por cada 100 personas con discapacidad, 41 la adquieren por enfermedad, 33 por edad avanzada, 11 por nacimiento, nueve por accidente, cinco por otra causa y uno por violencia.
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4) Nayarit y Durango son las entidades que presentan las prevalencias más altas de personas con discapacidad en el país. Chiapas, Coahuila y el Distrito Federal son las que menos proporción tienen.
La disponibilidad de información sobre la discapacidad permite comprender y dimensionar el tema, y así tomar las decisiones —por ejemplo de asignación de recursos y estrategias— que permitan mayor inclusión de las personas con esta condición. Y ojalá también para generar más conciencia, de esa que no abunda, por ejemplo, en los espacios reservados en los estacionamientos.
A. J. Aarón H., alegría y fortaleza en la adversidad.
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