Antes de las elecciones presidenciales del 2012 hubo voces de alerta, manifestaciones sociales de repudio, críticas por su falta de cultura y de inteligencia, pero nadie creyó que, cuatro años después, sería peor.
Su arribo al poder fue en medio de severos cuestionamientos, por la campaña multimillonaria en televisión para construir su imagen y su encumbramiento, hasta el intenso rechazo en su contra y del PRI, como la expresión más significativa en la conformación del #YoSoy132, movimiento de jóvenes que sacudió y puso en aprietos su complicada campaña electoral.
Sin olvidar el vergonzoso momento en la FIL, en el estado de Jalisco cuando confundió a Carlos Fuentes con Enrique Krauze como el autor del libro La silla del águila.
El PRI y su candidato presidencial tampoco repararon en el desprestigio que arrastrarían y que, a la postre marcaría el futuro de su sexenio, por la corrupción de sus gobernadores: Arturo Montiel, Tomás Yarrington, Humberto Moreira y Mario Marín fueron mandatarios “ejemplares”, repudiados e investigados por la justicia.
A cuatro años de distancia, nadie puede explicar cómo un personaje cercano de Carlos Salinas de Gortari, dependiente de las televisoras y con falta de habilidad política para gobernar fuera de escenarios tersos y controlados pudo ganar aquellas elecciones: Enrique Peña Nieto.
El recuento viene a cuento porque hace una semana se cumplieron cuatro años de haber rendido protesta como Presidente de México, cuatro años que le significaron una losa pesada, una sepultura de la que no se puede revivir. Desastroso, crisis económica, devaluación del peso, corrupción, ejecuciones, feminicidios, desaparecidos, abuso de poder, tortura. Eso caracteriza a este gobierno del PRI-Gobierno.
En febrero de 2014, cuando la imagen presidencial estaba en las nubes, tras la firma del Pacto por México con la oposición y el avance de las reformas estructurales en el Congreso de la Unión, Peña Nieto aparecía en el mundo como el “Gran Salvador”.
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La portada otorgada por Time a EPN con la leyenda “Salvando a México. Cómo las reformas radicales de Enrique Peña Nieto han cambiado la narrativa en su nación manchada por el narco”, fue enterrada año y medio después por Newsweek, con su portada “El Salvador que no fue”. La imagen del Presidente da pena, da vergüenza.
En cuatro años del sexenio, la población reprueba a Peña Nieto y a su gabinete completo. La última encuesta del diario Reforma señala que 7 de cada 10 mexicanos reprueban el trabajo del presidente. Los líderes lo tratan aún peor: 8 de cada 10 lo reprueba.
Estos mismos líderes consultados reprueban a todo el gabinete. El secretario de Marina, Vidal Francisco Soberón, alcanza un penoso 5.8 de aprobación, mientras que el flamante secretario de Desarrollo Social, Luis Enrique Miranda, alcanzó un penoso 2.7 de calificación. José Narro, el carismático ex rector de la UNAM, tampoco la libró, lo reprobaron con 4.8. Miguel Ángel Osorio, quien tiene aspiraciones presidenciales, obtuvo un 3.7 de calificación.
En seguridad, lo que realmente pega a la ciudadanía, el 59% de los encuestados afirma que la violencia ha empeorado, al igual que el 54% respecto a la economía.
A Peña Nieto le quedó grande el cargo y ha llevado al país -como muchos otros presidentes priistas- al desastre nacional, marcado por la corrupción, malos manejos en la administración y por supuesto en la economía de nuestro país.