Opinión

En la Esquinca de dos calles

Finalizamos un año más y de alguna manera estamos siendo empujados a ver lo esencial, a encarar de frente todo el amor, la compasión, la gratitud, la comunión y la conciencia de lo que somos capaces

Finalizamos un año más, que pudo haber sido como muchos otros, pero no lo fue. El sentir generalizado, creo, es que vivimos un año de muchos retos, cambios inesperados, seres queridos que partieron, y a nivel mundial tantos y tantos desafíos, cambios abruptos, revelaciones de verdad, depuraciones, etcétera, y con todo eso el piso se sintió muy removido. Cuando vienen las pruebas es que emerge entonces la única fuerza real de la que nos podemos valer: nuestra fuerza interior y el poder del espíritu.

De alguna manera estamos siendo empujados a ver lo esencial, a encarar de frente todo el amor, la compasión, la gratitud, la comunión y la conciencia de lo que somos capaces.

Es a veces devastador sufrir pérdidas y observar de qué somos capaces los seres humanos en sus elecciones más oscuras, pero también son parangones para la evolución. Y es así como creo que debemos tomarlos: nuevas palancas para ascender en nuestra comprensión de la vida y de nuestra devoción a ella, y no para generar más depresión, decepción, odio, o resentimiento, porque es todo lo contrario si así lo queremos aprovechar. En realidad es hasta pasado un tiempo que nos damos cuenta de muchas respuestas y de para qué o por qué sucedieron las cosas, pero nuestra labor más alta es tener esperanza, fe y, sobre todo, trabajar en la conciencia que ponemos en cada una de nuestras elecciones, desde las más pequeñas hasta las que darán un cambio radical a nuestro camino y a la manera de concebir este mundo que compartimos todos.

Hacer una revisión de todo lo que nos ocurrió, no es para volver a sentirlo con dolor, sino justamente para liberarlo, para asimilarlo con más sabiduría, para perdonar, para dejar ir, para volvernos más ligeros; y eso tan sólo por nosotros mismos, para poder abrir la cancha a las oportunidades de plenitud que seguramente vendrán, pero que si no estamos capacitados para ver, se irán a favor de un resentimiento inútil. No se trata de luchar contra lo que se siente, sino de elevar la visión para tener la claridad que nos deje actuar sin cargas, sin ataduras, sin estigmas ni convencionalismos. Contenido en el caos existe un tejido fino, casi imperceptible, que está construyendo nuevos escenarios, la pregunta es si queremos mirarlos para abordarlos. La idea que teníamos del mundo de hace una, dos y más décadas, está transformándose vertiginosamente, y somos nosotros, cada una de sus células, que elegimos a qué le daremos poder, porque sí lo tenemos. Como siempre, cada cierre de un ciclo colectivo vuelve a ser una oportunidad para aprender de las experiencias y dar los pasos por venir como seres diferentes cada vez. Todo el tiempo tenemos la ocasión de hacer lo que hagamos, mejor, de ayudar y cooperar más, de brindarnos a los demás y a nuestro entorno con la sabiduría de un corazón abierto, en lugar de una mente cerrada. Muy feliz 2017 para todos.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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