Cuando Peña Nieto ganó la elección en 2012, salieron a votar 6 de cada 10 mexicanos con credencial de elector. De ellos, una minoría votó por él, así que nuestro actual Presidente llegó al poder solamente con el apoyo de 2 de cada 10 ciudadanos.
En las elecciones del Estado de México y Coahuila que acaban de pasar, ¡se repitió lo mismo! con votos fragmentados, estos dos candidatos del PRI ganaron con el apoyo de apenas 2 de cada 10 ciudadanos.
En el Estado de México, siempre flotó en el ambiente la evidencia de una elección de Estado a favor de su candidato. El amor propio, al ser la tierra del grupo en el poder, así como la necesidad de mantener la guarida histórica del priismo más corrupto del país, fueron los motores de un gasto público y privado descomunal. Aun así, en lugar de diferenciarse, todos los otros partidos se dedicaron a conquistar a los votantes con dinero o con la entrega de artículos, ante la mirada atónita e inútil de la Fiscalía Especializada para Atender Delitos Electorales.
Más preocupante es que el comportamiento de los partidos haya sido similar en todos lados. La operación electoral estuvo presente también en Veracruz, pero allá a cargo y en beneficio del PAN-PRD, donde las presiones electorales fueron lideradas por el propio gobernador en beneficio de sus correligionarios. También, la evidencia de robo de urnas en Coahuila es sólo una pequeña, pero penosa muestra, de cómo el PRI triunfó en esa entidad, pese al inigualable ejemplo de impunidad patrocinado por los hermanos Moreira.
Aún frente a todos estos excesos, y contar con más de mil denuncias sobre delitos electorales, la procuración de justicia en materia electoral brilló por su ausencia. Fue incapaz de evitar que los competidores mantuvieran un gasto exorbitante y oprobioso. El desprestigio de la elección, es del tamaño de la judicialización de la misma.
Por último, si se piensa en una elección de Estado, a pocos debería extrañar el anuncio de la detención de Roberto Borge Angulo, ex gobernador de Quintana Roo, en medio de un turbio clima electoral, justamente el día de las elecciones. No es de dudarse que en un momento de desesperación, se anuncie la captura de los Moreira o algún otro pillo instalado en el subconsciente popular, el próximo año, cuando se realicen los comicios para Presidente de la República. La aplicación de la ley como un utensilio más del juego político.
Si tenemos gobernantes que representan a muy pocas personas, pues tendremos gobiernos débiles, una democracia frágil y una ciudadanía a la que le da lo mismo quién llegue al poder.
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Una vez terminada la elección, los ciudadanos cuentan con 12 meses para revisar las lecciones frente a todo aquello que no debe ocurrir nuevamente.
Por eso, hoy presenté en el Senado una iniciativa para impulsar la segunda vuelta presidencial, esto quiere decir que, si nadie gana la elección con más de la mitad de los votos, pues se repite la elección entre los dos candidatos punteros.
O sea que aplicaría el “va de nuez”, para lograr que el ganador tenga el 50% más uno de la votación emitida.
Así, logramos dos cosas.
Uno: sabiendo que existe la segunda vuelta, los ciudadanos pueden elegir en la primera a quien realmente quieren que sea su Presidente, sin tener que apostarle al voto útil o de castigo.
Dos: habría mayor representación y legitimidad social para el nuevo presidente, y con ello habría menos conflictos post- electorales, en un país tan fragmentado como el que tenemos.
En esta misma iniciativa de ley, también queremos reducir el tamaño del congreso, y en materia de financiamiento, apoyamos la iniciativa de Pedro Kumamoto #SinVotoNoHayDinero.
La segunda vuelta es una oportunidad de reconciliarnos como país. El día después de las elecciones, debemos sentir expectativa, y no ese enojo que se está haciendo crónico.