Lo correcto y lo incorrecto

Hay ocasiones en que al momento de que la sexualidad entra en juego muchos de nosotros lo hacemos desde una perspectiva sumamente egoísta

En una relación de pareja, cuando un hombre y una mujer se disponen a acompañarse hacia la intimidad y el placer se dice que si ambos están de acuerdo prácticamente todo se vale. Sin embargo, más allá de esta suposición, la cual en varias de sus aristas es verdadera, hay ocasiones en que al momento de que la sexualidad entra en juego muchos de nosotros lo hacemos desde una perspectiva sumamente egoísta y desconocemos o ignoramos (o ambas) lo que le gusta y lo que le disgusta a esa persona que eligió estar con nosotros para compartir y expandir tan importante parte de su existencia.

La sexualidad, dicen los expertos, debe ser compartida, reciproca y corresponsable. Pero también, para ser placentera, debe ser sumamente empática para que a nivel orgánico y a nivel emocional quienes construyen esa intimidad puedan estar en un entorno 100% balanceado, con cada uno ofreciendo desde su nivel de experiencia y conocimiento logre salir fortalecido en todos los aspectos relacionados al sexo.

Sin embargo, como todo en esta vida, muchas veces la ignorancia, los complejos, la timidez, el machismo y los valores mal entendidos y mal asimilados provocan que muchos hombres y mujeres echen a perder algo tan bello como lo es el sexo en pareja. La falta de comunicación y el desinterés en lo que quiere y necesita el otro en la alcoba nos hace cometer errores gigantescos de daños incuantificables e irreversibles. La desconsideración, la insensibilidad, la mala educación, la rudeza, la falta de tacto (para decir y hacer), la impericia, la impaciencia y el desconocimiento de nuestra pareja arrojan como resultado que algo tan hermoso como la sexualidad acabe siendo un ejercicio fisiológico de consecuencias horribles.

No es ningún delito sentarse a platicar con nuestra pareja sobre sus gustos y sus miedos, conocer de primera mano todo aquello que le inquieta con respecto a la sexualidad tampoco. Es totalmente válido que dejemos de lado nuestras inseguridades para pedirle a nuestra pareja qué es lo que nos gusta y cómo nos gusta que nos lo hagan, y si algo nos hace sentir incómodos por supuesto que también lo debemos manifestar. Por otra parte, cuando nos llegue a proponer alguna práctica que desconocemos por favor no digamos de facto “no” o “no quiero” o “no me gusta”, porque eso puede desanimar a nuestr@ novi@ o espos@. Siempre hay que tomar en cuenta que alguna cosa que hacíamos con nuestras parejas previas probablemente no le gustará en absoluto a la actual y, en contramano, también nos adentraremos a terrenos desconocidos cuando nos sea planteada la posibilidad de ejecutar algo nuevo o diferente.

Está más que claro que en las sociedades occidentales, como la nuestra, hombres y mujeres por igual suelen ser tradicionalistas y repetitivos en casi todas las facetas de su existencia. Y el sexo definitivamente no puede ser la excepción. Estamos haciendo en la cama lo que hacían nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros bisabuelos y así… pero también con un poco de atrevimiento y desparpajo (y mucho respeto mutuo) podemos ser capaces de sacudirnos viejos paradigmas con respecto a lo que se debe y no se debe hacer en la cama. El deseo y la imaginación no deben estar sujetos a convencionalismos inservibles que sólo ayudan a exacerbar nuestros complejos. Anímate a hacer algo distinto la próxima vez que vayas a la alcoba con tu pareja, verás lo bien que se van a sentir.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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