Educación obligatoria, de a librito

El gobierno federal, en lo que constituye la única de las reformas con posibilidad de trascendencia histórica, ha intentado dejar huella en esta materia

Contratar a un gerente innovador, elegir un alcalde talentoso, u observar a una serie de deportistas disruptivos es más frecuente cuando millones de jóvenes participan de un sistema educativo que impulsa el talento, haciendo brillar a los más aptos y emparejando a los menos aptos.

Es decir, que los muy talentosos alcancen niveles de máxima competencia humana, y que los menos, alcancen ciertos mínimos. Cuando al revés, sólo los muy talentosos alcanzan ciertos mínimos, estamos ante “el que es perico, donde quiera es verde”, y tenemos una sociedad fallida que se observa sólo cuando la comparamos con nuestros pares en el TLCAN. En una década, Canadá ha llegado a otro nivel del proceso civilizatorio y nosotros seguimos, pues, seguimos.

Este lunes, 25 millones de estudiantes iniciaron las clases, en todo el país. El gobierno federal, en lo que constituye la única de las reformas con posibilidad de trascendencia histórica, ha intentado dejar huella en esta materia.

El Presidente Enrique Peña dijo ayer que éste es su legado, la educación, apoyado en tres pilares, localizados en cualquier libro de texto sobre política educativa. El primero es contar con escuelas de calidad, para lo cual se ha invertido 80 mil millones de pesos solamente en infraestructura educativa. El segundo pilar es constituido por maestras y maestros que no heredan, sino que ganan sus plazas. El tercer pilar es el modelo educativo, que significa aprender a aprender.

Los frutos de cualquier reforma tardarán al menos una década en verse, pero tan criticable como nos puedan parecer algunos detalles del cambio educativo, el verdadero faltante no está en las medidas en la oferta, sino en la demanda educativa.

Esto es, si nosotros pagamos todos esos millones en infraestructura y salarios para maestros, y asumimos que el modelo educativo tiene futuro, aún falta que todos los niños vayan a la escuela.

Hasta hoy, el Artículo 3º de la Constitución se ha concentrado sólo en que el Estado provea escuelas, maestros y contenidos de manera obligatoria, laica y gratuita.

Pero si los padres no insisten a los niños que acudan a la escuela, no hay un sistema social que fuerce a las familias a seguir las pocas oportunidades disponibles. El “ya no quiso ir” abunda, y hemos repetido demasiado que más escolaridad no es igual a mejores empleos, cuando toda la evidencia disponible explica que en general, la educación formal es la única vía a un mejor futuro.

La metáfora deportiva es muy simple. Imaginemos una carrera de 100 metros donde un niño inicia en el metro -10, otro en el 10 y otro en el 90. Es cierto que la posibilidad de que el niño que nació en el -10 alcance al que nació en el metro 90 es cercana a 0. Pero si no entrena más duro que nadie, para correr más rápido, tampoco lo logrará. Además de exigir al Presidente, nos toca a nosotros. Y no lo haremos si la ley no nos lo exige.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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