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Trampas del dinero en las que todos caemos

Hay relaciones interpersonales que durarán tanto como nuestra propia vida; las más obvias son las de familia, amistad y las de pareja. Pero hay otras, no tan obvias, que a menudo pasamos por alto y que influyen de manera directa en nuestra calidad de vida. Hablo de relaciones como las que tenemos con nosotros mismos, con nuestro cuerpo, con la comida y, claro, con el dinero. Esta última es de la que quiero hablarles hoy.

¿Cómo es tu relación con el dinero? ¿Quién controla a quién? Ver al dinero como algo con lo que nos relacionamos todo el tiempo y observar esa relación desde afuera nos ayuda a entender por qué nos comportamos como lo hacemos cuando se trata de gastar, ahorrar o cualquier otra situación que involucre dinero.

Con esta perspectiva, aquí algunas de las trampas en las que todos hemos caído y cómo darles la vuelta:

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Gastamos más de lo que ganamos. Nos encanta gastar. Tanto, que perdemos el control de cómo y por qué lo hacemos; esto nos lleva al punto de ver cómo ingresos extra la tarjeta de crédito, la tanda, o un préstamo, cuando en realidad lo único que estamos haciendo es endeudarnos. No siempre puedes controlar ganar más, pero siempre puedes controlar gastar menos; la clave está en gastar menos de lo que ganas.

Confiamos demasiado en que nuestro retiro se resolverá de alguna forma. Está bien vivir el presente, pero debemos ver más allá cuando de dinero se trata. Aún si tienes Afore, el acumulado de tu vida laboral no será suficiente para mantener tu estilo de vida actual. Es necesario desarrollar el hábito de ahorro y buscar opciones de inversión.

Somos irracionales en nuestras decisiones financieras. No eres tú, somos todos. La naturaleza humana nos lleva a la búsqueda infinita de placer, por eso gastamos, gastamos y queremos seguir gastando. Esto nos genera satisfacción inmediata que, justamente porque la conseguimos fácil y dura poco, nos convertimos en profesionales de comprar cosas que no necesitamos.

Eso no quiere decir que no tenemos remedio, todo lo contrario. Estar conscientes de que estamos siendo reactivos a miles de estímulos todo el tiempo nos ayuda a construir un filtro para ser más racionales y no caer en compras compulsivas.


De alguna manera, las trampas siempre se pueden sortear si somos lo suficientemente inteligentes.

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