Paso 1. Prevea una red de protección
El hombre no había descubierto la rueda ni el fuego pero ya añoraba (y lamentaba) el ocaso de un fin de semana. Así hubiera sido para tomarse el tiempo en desarrollar la profesión más antigua o perfeccionarla, el punto era abandonarse a la práctica del aferre y endiosamiento del fin de semana. Estos días a los que cariñosamente llamamos “el fin” (o más fresa y poco elegante: “finde”) se convierten en un parpadeo para el lamentable estado en el que ahí se habita. No conforme las exitosas horas extras que haya laborado en la semana y la religiosa multiplicación de los problemas que lo flamearon, siendo apenas martes, se recomienda adoptar como estrategia maestra, pasar horas extra, ahora en el bar. Siempre y cuando haya un domingo de resurrección.
Paso 2. Aférrese a su fin
El ser humano vive para proyectar apego a lo que se deje. Aférrese, pues, a la idea de que llegue (y cuanto antes) su fin (de semana): ruegue desde el domingo que llegue el viernes y espérelo –minuto a minuto- con una intensidad tal, que se le vaya volando y sea domingo otra vez, en un instante. Piénselo: somos lo que sigue de interesantes: por un lado tratamos de prolongar y exprimir el fin de semana, pero dedicamos el domingo a sufrir y padecer que ya no es viernes ni sábado. No porque se trabaje ese día, sino porque la espera ha sido tan intensa y apegada, que el “Efecto Domingo en la Tarde” sólo puede producir una melancólica y profunda depresión (en espera del próximo viernes).
Paso 3. Guarde expectativas: las más altas
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Pase toda la semana haciendo planes para su fin de semana: santifique sus fiestas con anticipación y mejórelas a priori con microajustes conforme van pasando los días para que el viernes ocurra la bacanal que todo compañero de área envidiará. Esto, hasta que reciba la llamada de la tía recordándole que juró acudir al bautizo en Pachuca.
Paso 4. Atienda las políticas de ocupación de su fin
Considere su fin de semana como una oportunidad para resignificar el ser. Sepa que la tentación del futbol rondará su estabilidad emocional. Puede que ni siquiera le interesen los equipos que juegan, pero ver 22 cráneos tras una pelota es una prioridad del hombre moderno que no se puede evitar. Si no hay futbol, vendrán excusas para cubrirse en la bandera de “No hacer Nada” pensando que con eso vaciará su cubeta de estrés acumulado y constantemente derramado (para que el lunes al mediodía llegue a un nuevo límite histórico). Pierda cuidado, si lo que quiere es darle sentido a su fin de semana, seguro encontrará una película de Pedro Infante (sólo hay eso y la muerte, seguros en la vida) o un programa de concursos con el cual hacer tiempo de aquí al lunes. Es eso o ir al compromiso familiar, por todos temido. O arreglar su clóset, que podría despertar la ira de Pedro Infante mismo, por eso siga echado y evite perder la sorpresa de haber prolongado la agonía de su fin de semana, que después de todo, es lo que más duele de todo fin.