Opinión

30 de abril

Este próximo 30 abril celebramos a las niñas y los niños y les celebramos porque son la semilla que florecerá en el futuro como las y los ciudadanos que tejerán nuestro país y este mundo

Este próximo 30 abril celebramos a las niñas y los niños, y les celebramos porque son la semilla que florecerá en el futuro como las y los ciudadanos que tejerán nuestro país y este mundo, y porque son la reiteración de la vida en la esperanza, el poder de la inocencia, y el impulso a los sueños. Una de las oportunidades que estos tiempos nos ofrecen es elegir de manera más consciente el momento, el por qué y para qué traeremos al mundo a nuevos seres, y de esta forma poderles brindar una plataforma de despegue digna de su estadía en el planeta. Es cierto que no todo puede ni debe controlarse desde una programación fría y pragmática, pero sí mucho más elaborada en cuestión de dedicación y amor por los nuevos niños y niñas, que no son elementos complementarios para llenar vacíos, ni accesorios de moda, y mucho menos objetivos de nuestras descargas, frustraciones, resentimientos, venganzas, proyecciones negativas y terribles abandonos.

El que hoy por hoy existan múltiples oportunidades de realización personal nos abre la perspectiva para resolvernos a nosotros mismos y construir nuestra felicidad a través de una enorme gama de caminos y posibilidades. No siempre seremos buenos padres o madres, no siempre naceremos con este instinto, y eso debe ser explorado cuidadosamente para no seguir únicamente a una inercia grupal que lejos de generar satisfacción, produce muchas desgracias. La mejor manera de honrar a las y los niños es brindarles tiempo, atención y una inmensa dedicación que de forma total les conduzca, les haga sentir seguros, arropados y, sobre todo, conducidos. La disciplina, las reglas y los límites son el tremendo regalo que como adultos podemos darles, porque es de esta manera que estamos proporcionándoles una columna y una base con qué sostenerse para crecer fuertes y mirando al frente, con dirección y con sus capacidades al máximo para construir sus caminos y abrirse paso de forma honesta con la enorme satisfacción de ganárselo a la buena.
El amor se traduce en formación. Traer al mundo generaciones y generaciones de seres humanos sin haberles preparado un entarimado en donde sean capaces de mostrar lo mejor de sí y aquello para lo que la vida ha querido que estén aquí es un gran crimen; es una paternidad y maternidad sin chiste, sin pies ni cabeza, sin sentido de la responsabilidad y sin amor por sí mismos, por los hijos que vendrán y por la especie humana. Debemos ya dejar esta idea muy vieja y arcaica de que las y los niños nos harán más felices, que nos darán más seguridad o nos servirán para algún fin oculto. En realidad cada quien es responsable absoluto de su plenitud y realización, y ni ellos ni nadie afuera tienen la obligación, ni el poder aunque quisieran, de ofrecernos algo que nosotros mismos no seamos capaces de cultivar, crear y obtener. Dejemos a las y los niños Ser, y brindémosles mejor la cancha para que se desarrollen con toda libertad, pero también con todas las bases y directrices que hacen que las virtudes de la fibra humana florezcan. Respetémoslos enseñándoles a respetar, e inspirémosles con el mensaje más directo que pueden recibir: nuestro propio ejemplo. Feliz día de las y los niños.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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