Donald Trump llegó al poder con un discurso antisistema, es decir, contra lo que se conoce como “establishment” (todo lo establecido), con una campaña disruptiva y un discurso beligerante que era tan discriminatorio y radical que la mañana de las elecciones la posibilidad de su victoria era de apenas el 15 por ciento. Sin embargo, los estadounidenses acudieron a las urnas y, gracias al sistema electoral de Estados Unidos, Trump se hizo de la victoria; ya en el gobierno más que como un estadista, se ha comportado como una “celebridad” llevando su narcisismo a la Casa Blanca haciendo de la ocurrencia y la improvisación, el sello con el que se maneja la política interna y exterior de uno de los países más importantes del orbe.
El populismo conlleva encontrar un enemigo interno y responsabilizarlo de los problemas sociales. Así como Hitler lo hizo con los judíos y Lopez Obrador lo hace con la “Mafia del Poder”, el candidato republicano ha utilizado a los migrantes para culparlos de la falta de empleos y la mala calidad de vida en Estados Unidos, que en realidad es en mucho consecuencia de la severa crisis internacional generada por la debacle hipotecaria iniciada en 2007 en la que cientos de familias estadounidenses perdieron sus viviendas; pero además de factores internos del país como es su deterioro paulatino de competitividad.
La semana pasada autoridades fronterizas de Estados Unidos difundieron un video donde se muestra cómo cientos de adultos y niños son detenidos en instalaciones ubicadas en McAllen, Texas, en donde permanecen encerrados en jaulas. Se observa a las personas sentadas o acostadas en colchonetas y cubiertas con mantas de plástico que se les reparten.
Las mujeres y los hombres se encuentran separados en celdas distintas, así como los niños, quienes son separados de sus padres debido a que la administración de Trump ha optado por procesar legalmente a los adultos para enviarlos a prisión, por lo que sus hijos no pueden permanecer con ellos.
Tras la publicación del video y de un audio donde se escuchaban llantos de niños, se desató la condena internacional iniciando por los medios de comunicación estadounidenses. Además, el Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU calificó de “cruel” e “inadmisible” la separación de niños migrantes de sus padres en la frontera con México; a esta condena se sumaron organismos internacionales como el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH) y los fiscales de 21 estados de la Unión Americana.
Trump defendió su política señalando que la ley obliga a la patrulla fronteriza a separar a los niños de sus padres o familiares, la realidad es que la política de separación surge a raíz del criterio del Fiscal General que impone “tolerancia cero” al ingreso de indocumentados al país, por lo que cualquier adulto que ingrese de manera irregular debe ser procesado como un criminal, aunque no tenga ningún antecedente penal.
Según estadísticas de Associated Press, entre el 19 de abril y el 6 de junio de 2018, 2 mil 33 niños fueron separados de sus padres al tratar de ingresar de forma indocumentada a territorio estadounidense.
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Sin embargo, esta cruel medida de Trump tiene un origen más de índole política que de seguridad, también se explica por la frustración de no haber podido conseguir victorias contundentes en temas que le son fundamentales para congraciarse con sus bases electorales pues no ha podido cristalizar la construcción de un muro en la frontera con México o terminar con el TLCAN. Por ello, Trump ha tratado de utilizar este escándalo como parte de su estrategia para presionar al Congreso y aprobar una legislación migratoria restrictiva que criminalice a los indocumentados; además, no ha quitado el dedo del renglón en su solicitud de 25 mil millones de dólares para sufragar la construcción de un muro en la frontera con México. Es inaceptable que de la misma forma en que Trump utilizó a los “dreamers” para chantajear al Congreso, hoy lo haga pero con los menores migrantes.
La política migratoria de México está muy lejos de ser un ejemplo de derechos humanos pues según información oficial, el Instituto Nacional de Migración también separa a niños migrantes acompañados de sus padres. Tan sólo de enero a abril de este año, se reporta la detención de 9 mil 995 menores, de los cuales el 39.8 por ciento no son acompañados, pese a que la ley establece que no deben ser retenidos en estaciones migratorias.
La política migratoria en México es tan criticable como la de Estados Unidos, por lo que es prioritario que los gobiernos aborden el fenómeno migratorio desde una perspectiva no sólo de seguridad, sino de derechos humanos que permita que se atiendan las causas de la migración y se impulse una estrategia de prosperidad fronteriza antes de criminalizar y perseguir a aquellos que se ven obligados a abandonar sus países de origen. Urge tener un gobierno en México sensible ante el fenómeno migrante pero también un gobierno capaz y asertivo que sepa hacerle ver a EEUU que más que en muros y patrullas se debe invertir en los países de Centroamérica y en el sureste de México para generar prosperidad y paz; Frenar la violencia y la pobreza serán las dos vías claves para evitar que miles de vidas y familias, contradictoriamente se destruyan por la búsqueda de su propia supervivencia.