Opinión

Cómo no enamorarse de España

En mi aventura en la Península Ibérica, a veces también llamada la piel de toro,  visité Ávila y Segovia, en la histórica Castilla y León; la primera es una ciudad amurallada, que encerraba mucha historia y con una catedral imponente. Mucho historia en sus calles y por ser la tierra de Santa Teresa de Jesús, una de las principales figuras del misticismo. Cerca de ahí, a 20 minutos, está Segovia, con su majestuoso acueducto que te da la bienvenida para caminar entre sus callejones hasta arribar a su catedral y su alcazar. La panorámica de esta ciudad castellana es simplemente hermosa, te transporta inmediatamente a la Edad Media, a esos tiempos donde imperaban las cruzadas y la luchas de los cristianos contra los moros por reconquistar la Península.

No podía irme de tierras segoviana sin probar el famoso cochinillo, ¡ah qué cosa más deliciosa!. La descripción podría ser de lo más simple: crocante por fuera y suave por dentro, explotando el sabor del cerdo al máximo. Y aunque pudiera parecer un tópico, no hay que dejar de asistir al mesón de Cándido a los pies del majestuoso acueducto romano.

A 10 minutos de la ciudad se encuentra el Palacio Real de la Granja de san Ildefonso, donde lo más esplendoroso son sus jardines. Casi podría decir que fueron sacados de un cuento de hadas, de ahí que también es conocido como el Pequeño Versalles. Esas dos bellas ciudades me sorprendieron al máximo, y me hicieron recordar las lecturas que nos dejaban de tarea como el Cantar del Mío Cid, sólo por mencionar alguna. Y ahí pensé, hay que conocer la costa. Entre Asturias y Andalucía, en esta ocasión los rumbos me llevaron al sur, a las tierras de Pablo Ruiz Picasso y a la Costa del Sol. Es por eso que en un abrir y cerrar de ojos ya me encontraba en la estación de tren de Atocha en Madrid comprando el boleto para ir a Málaga. Durante el trayecto de dos horas 40 minutos, ves el paisaje de las llanuras de la Mancha, la tierra de Don Quijote y Sara Montiel. Imaginé viendo los generadores de energía eólica que predominan por todo el trayecto, que serían los molinos de viento con lo que luchaba el ingenioso hidalgo ante la mirada de sus fiel compañero Sancho Panza.

Decían que era un puerto hermoso, lleno de vida diurna como nocturna, pues les tengo que decir que se quedaron cortos. Es un puerto en que llegan ferrys de Ceuta y Melilla —ciudades españolas enclavadas en el continente africano—, Canarias, Baleares  y desde otras partes de Europa. La ciudad es cosmopolita y qué decir de su emblemática calle Larios. Te puedes encontrar personas de China, Japón, Medio Oriente, África, Sudamérica, Estados Unidos, entre muchas otras. Y que me toca la feria de Málaga. Una festividad en la que todas las mujeres visten trajes típicos de sevillanas, todos con lunares, en diversos colores. Y la mayoría de los presentes portaban un vasito alrededor del cuello en el que les servían lo que quisiesen tomar. Las calles son muy limpias, la seguridad es de primera. Málaga tiene muchos atractivos como Torrox, Torre del Mar, Torremolinos, Marbella, Ronda, la cuevas de Nerja… y esa fui a conocer. Es una caverna donde se formaron estalactitas y estalagmitas. También existen diversas pinturas rupestres de la era del cobre, así como restos humanos encontrados.

Para mi fue sorprendente encontrar este atractivo diferente. Pero con eso de subir y bajar escaleras es tan cansado pues da hambre, y que me lanzo a Torre del Mar a comer en dos diferentes restaurantes de mariscos. Uno fue el bahía Tanít, ubicado en la playa, con un mar de escenario, disfrutando del lujo y del sabor de la alta cocina. Otro fue la Marisquería Negri, únicamente sirven mariscos en todas las presentaciones posibles. Su carta es extensa como todos sus productos son frescos y del día. Ostras, pescados, pulpos, calamares, gambas (camarones) y cigalas todo puede ir a la plancha o frito, como lo guste el cliente. Puedes pedir tu comida en mesa o en la barra. Esta última fue una experiencia sin igual. Ya que, al hacerlo, te mimetizas con los lugareños y te ha hacen sentir muy en casa. Pues el tiempo de las vacaciones se terminaron, así como el verano está por sucumbir.

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Espero muy pronto regresar a estas tierras en donde hice nuevos amigos y un país que me recibió con los brazos abiertos.

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