Opinión

Fortuna, éxito y riesgo

  1. Iván Barona, Director de GBMhomebroker, estudió Administración y Finanzas en la Universidad Panamericana. Comenzó su carrera en GBM en 2004 como analista de vivienda e infraestructura, para posteriormente fungir como Estratega México. Desde 2012 ocupa el cargo de Director de GBMhomebroker. Actualmente es profesor por asignatura en la Universidad Panamericana y Lead Mentor en Collective Academy. Encuéntralo vía twitter en @IvanBarona.

Según la mitología romana, Fortuna era la diosa de la suerte, solía representarse con los ojos cubiertos y una de sus características era ser caprichosa. Aunque abarcaba ambos espectros de la suerte, buena o mala, comúnmente se asociaba con lo bueno.

Hoy en día, esta palabra puede utilizarse como sinónimo de un alto patrimonio, ej. “la fortuna de Jeff Bezos asciende a 164 mil millones de dólares”, reforzando la asociación positiva de la aleatoriedad.

Con anterioridad he comentado sobre los sesgos que ha logrado identificar la Economía Conductual, al apoyarse fuertemente en la psicología, y hoy me gustaría ahondar en el “Error Fundamental de Atribución” o “Self-Attribution Bias”.

¿En qué consiste el Error Fundamental de Atribución?

Es la tendencia a exaltar nuestras habilidades como causa de nuestros éxitos, y atribuir a factores externos nuestros fracasos. Con la particularidad de que, en caso de analizar el desempeño de un tercero, observaríamos a la suerte como agente de su éxito y a su capacidad como responsable de sus errores.

En el mundo de las finanzas, hemos hecho énfasis que el rendimiento guarda una relación estrecha con el riesgo. Y que el desempeño, como en gran cantidad de disciplinas, viene de una combinación de habilidad y suerte.

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Entenderemos entonces el riesgo de no evaluar de manera objetiva y correcta la participación de la suerte y habilidad en nuestros resultados.

Que no se mal entienda, no hay nada de malo en recibir una ayuda del destino, o la casualidad, pero, si creemos que el éxito siempre estará de nuestro lado, podríamos obviar una piedra angular, el control del riesgo.

En alguna ocasión, Aswath Damodaran comentó que jugando Monopoly con sus hijas, una de ellas dio una excelente definición de bancarrota: “no puedes seguir jugando”.

Y es aquí donde la peor de las suertes no puede ser designada como la culpable, el control del riesgo es responsabilidad de la estrategia. Quedar expuesto a no seguir jugando siempre será atribuible a la habilidad del inversionista, y considerar que ésta es superior a lo que en verdad es (por un sesgo conductual) supone un riesgo importante.

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