Opinión

19 de septiembre

Nuestro hermoso territorio geográfico y, más allá, de clanes hermanados por las culturas originarias y un ADN que nos identifica con una mágica mezcla de razas ha sido descrito de muchas maneras, pero en todas existe un vasto crisol cultural que hace que podamos preciarnos de ser fuertes.

La diversidad es la base de la vida, y es el elemento que provee de fuerza a cualquier especie o ecosistema en la naturaleza. México es diverso por naturaleza y esto es casi un don con el cual, si somos suficientemente conscientes, podemos crear maravillas. Ayer se conmemoró una fecha que nos duele colectiva e individualmente, y no solo una, sino dos veces, pero en ella radica también una tremenda palanca de creación de cosas positivas.

La doble marca no es casualidad, como tampoco fue extraño ver la acción solidaria de unas y otros, la hermandad y el sentimiento de unidad que en un un instante y al menos por unos días o semanas nos convirtió en Uno. Y no lo fue porque nuestra sociedad se compone de familias que tradicionalmente funcionan en unidad y arropamiento hacia los menos favorecidos, ya sean de la familia o no.

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Hasta podríamos decir que también forma parte de las virtudes grabadas en nuestro ADN. Lo interesante de todo es ver cómo por una elección consciente fue que nos tomamos de las manos para ayudar, para servir, para dar, para cooperar. Prácticamente nadie tuvo que convencernos ni que convocarnos, y eso encierra un poder enorme.

El poder de saber que en cuanto somos conscientes de que lo mejor de nosotros es necesario en equis situación, ahí está, a veces adormecido, otras más activo, pero siempre está latente y es una parte muy luminosa de lo que somos. Mucho se dijo hace un año que nos convertiríamos en otra sociedad si mantuviéramos el mismo espíritu todos los días de todos los años, y es muy cierto.

Si nos diéramos cuenta del enorme efecto positivo que tenemos para hacer que algo avance, que se solucione, que mejore, para hacer y ser una sociedad mejor, no estaríamos perdiendo en tiempo en generar lo contrario, porque al final el bienestar de una parte es bienestar común.

Tenemos un gran poder de transformación si así lo queremos pero primero tenemos que querer y para desearlo debemos comprender que el poder de la unión para todo lo bondadoso, lo noble, lo grato, lo sano, y aquello que anhelamos para las personas que más queremos también es benéfico si lo hacemos una realidad para toda nuestra sociedad el cambio será mágicamente instantáneo.


Hace un año nos dimos cuenta que sin importar las condiciones, las creencias, los títulos, las preferencias, etc. nuestra voluntad de salir adelante por la buena, es de muchísimo más calibre, entonces ¿por qué no sacar la mejor de las ventajas de eso y hacer lo propio?

Lo nuestro, lo que sabemos hacer muy bien, lo que nos ha caracterizado como cultura y lo que muchos pueblos del mundo han admirado y reconocido en lo que somos: la capacidad de ser fraternos.

Aprendamos, o mejor aún, recordemos cómo ser solidarios con lo noble, con lo bueno, en los tiempos de normalidad, en la vida regular, con lo cotidiano, en el sendero de ser todos los días y en cada cosa, en cada escenario que nos une: en la escuela, en el trabajo, en la familia, en el fracaso, en la tragedia, pero también en el éxito, en el brillo, en los logros.

Basta con buscar de nuevo en el núcleo de nuestra genética, porque todo aquello que buscamos fuera, muy seguramente y con evidencia clara, ya está contenido ahí.

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