24 días y contando

Han pasado tan sólo 24 días del inicio del gobierno de López Obrador y hemos visto la incapacidad del Presidente en llegar a acuerdos en pro del desarrollo nacional y ha chocado con el sector empresarial, con los inversionistas y con los trabajadores del gobierno federal en su afán de hacer las cosas a su manera y dejarle claro a todos que “no se dejará chantajear”, aunque el precio de sus inexplicables y ocurrentes decisiones lo paguemos todos los mexicanos.

El primer desencanto de los 30 millones de votos con los que Morena se hizo del poder fue antes del primero de diciembre, cuando formalmente inició el gobierno, pues el Presidente y sus colaboradores se empeñaron en atraer las cámaras y hacer muchas presentaciones de políticas públicas que evidenciaron la poca experiencia en gobierno y la abundante improvisación. Los mexicanos se desilusionaron cuando se anunció la imposibilidad de reducir el precio de las gasolinas mediante la eliminación del impuesto especial, conocido como IEPS, que tiene un fin meramente recaudatorio, pues con todos los compromisos adquiridos de repartir dinero a todos sin estrategias claras para abatir el desempleo ni la pobreza, Morena no quiere perder ningún peso de ingresos a las arcas federales. Otro gran descontento fue la presentación de un plan de seguridad que, en pocas palabras, otorga al Ejército atribuciones nunca antes planteadas por ningún gobierno para atender el tema de seguridad. Aunque nos queda claro que la “pacificación” nacional es una prioridad del gobierno federal, la estrategia no tiene ni pies ni cabeza, sólo otorga facultades metaconstitucionales a las fuerzas armadas dejando de lado los discursos de justicia transicional que la hoy Secretaria de Gobernación tanto vendió en campaña.

La ola de despidos masivos que el gobierno federal ha implementado es a todas luces violatoria de los derechos laborales pues obligan a trabajadores que han invertido años de sus vidas en profesionalizarse a firmar su renuncia con la esperanza falaz de ser recontratados en otras áreas de la administración pública; aquellos que se niegan a hacerlo, son cesados con la amenaza de no volver a trabajar en el gobierno. Alarman los videos y testimonios en redes sociales que dejan de manifiesto que muchos de los funcionarios públicos despedidos votaron por la llamada “Cuarta Transformación”.

La cancelación del Aeropuerto de Texcoco bajo el argumento de que se buscaba rescatar un lago que tiene cientos de años que no existe choca con la idea de construir un tren en la península de Yucatán, con el costo ambiental que eso conllevará. Pese a que Morena instrumentó una consulta sin ningún tipo de garantías democráticas y en la que casi el 90 por ciento “palomeó” el proyecto, hoy no conocemos el plan maestro ni el estudio de impacto ambiental, elementos mínimos de transparencia que son necesarios para una obra de tal magnitud. Sobra señalar que, si un gobierno anterior hubiese hecho tal propuesta, Morena se hubiese opuesto de la forma más recalcitrante.

La cancelación de la reforma educativa representa una de las grandes facturas que López Obrador tuvo que pagar para despachar desde Palacio Nacional, pues sacrificó la educación de nuestro país por los votos de la CNTE y el SNTE otra vez controlado por Elba Esther Gordillo. El uso político de la educación en México representa el sello característico de los 70 años de priísmo en el que el bienestar de los niños era una moneda de cambio por favores políticos.

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Por si fuera poco, el anuncio de que el tan criticado proyecto de construcción de departamentos en los terrenos que hoy ocupa la Secretaría de Defensa en Santa Fe será retomado por el primer “gobierno de izquierda” de nuestro país ha mostrado dos caras de una misma moneda: por un lado, que el Presidente está empeñado en congraciarse a toda costa con el Ejército, lo que puede ser potencialmente peligroso dado los connatos de autoritarismo del discurso del tabasqueño; por otro lado, es muestra de que el Presidente no considera que la tala de miles de árboles de ese pequeño pulmón de la ciudad sea prioritario.

El presupuesto 2019 ha sido el tema de los últimos días ya que ha estado plagado de “errores”, por ejemplo, la disminución del financiamiento a las universidades públicas, a la cultura, al cuidado del medio ambiente y a la defensa de los mexicanos en el exterior, particularmente en Estados Unidos, mientras que se ha incrementado en más del 50 por ciento el gasto en publicidad del gobierno. Interesantes prioridades para un gobierno “progresista”.

Los intentos por centralizar los servicios de salud usando el eufemismo de “federalización” representan un golpe al Pacto Federal pues López Obrador ha manifestado en diversas ocasiones su aspiración a controlar desde su oficina la vida política de las entidades federativas. Sorprende cuando su más grande héroe, Benito Juárez, fue a la guerra defendiendo el federalismo como una antítesis frente al autoritarismo del modelo centralista, justo el que propone López Obrador en los hechos.

Podríamos seguir hablando del material de análisis que nos ha dado estas semanas el gobierno federal, pero es todo por hoy. Si bien será a la postre que podremos evaluar a la actual administración, todo parece que será accidentado, ocurrente y lleno de desencuentros cuyo precio de oportunidad pagará nuestro país. Al tiempo.

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