La crisis por el desabasto de gasolinas en algunas zonas del país alcanzó, a una semana de comenzar, escenarios inimaginables, como filas interminables en la mayorías de las estaciones de servicio de al menos diez entidades, conflictos sociales por las compras de pánico y hasta avenidas semivacías porque la gente simplemente no puede utilizar sus vehículos.
Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Querétaro, Hidalgo, Nuevo León, Puebla, Estado de México, Aguascalientes y la Ciudad de México enfrentan la escasez de combustibles por el nuevo modelo de distribución del gobierno de la Cuarta Transformación. ¿El saldo?: millones de automovilistas varados.
De antemano Pemex reconoció que la problemática se agudizará en los próximos días en Hidalgo, Estado de México, Jalisco, Michoacán, Guanajuato y Querétaro. Así de grave están las cosas, a pesar de la retórica barata del gobierno federal.
Ante este escenario de pánico, la Coparmex advirtió que el país ya está en crisis y podría escalar a una “hipercrisis” de no resolverse en los próximos días, debido a que el sector empresarial no tiene la capacidad para cubrir con sus inventarios la demanda de consumo. Los empresarios temen que ante la parálisis de la actividad económica se podrían perder entre 5 mil y 10 mil empleos en los próximos días.
A lo mejor a los asesores del presidente Andrés Manuel López Obrador se les olvida o desconocen que en una economía de mercado, como la mexicana, la escasez crea pánico e incertidumbre y que la preocupación se vuelve molestia y crisis.
Petróleos Mexicanos no se cansa de afirmar que no hay desabasto y que el problema es la distribución, pero las escenas que se ven en las gasolineras ponen en tela de juicio esta afirmación. Probablemente en medio de esta crisis no se ponga en tela de duda la voluntad del gobierno federal para abatir el huachicoleo, lo que sí se cuestiona es el análisis de impacto que debió hacer su gobierno previo a esta toma de decisiones tan garrafales. El actual gobierno debe planear y analizar antes de decidir.
Porque si algo es seguro es que el entorno político será aún más complejo si se siguen tomando decisiones de alto impacto sin considerar escenarios futuros.
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Tal vez al gobierno de López Obrador se le ha olvidado que las malas prácticas de gobierno, la corrupción y la desigualdad que durante décadas lastimaron a México fueron el detonador de la transición lograda el año pasado. Y que este ambiente social, económico y político complejo que vivimos millones de mexicanos es el que ha reducido el nivel de tolerancia.
En esta grave crisis resulta evidente que la culpa no es del ciudadano por abarrotar las pocas gasolineras con combustible disponible, lo que sí es evidente es que el asunto no es político sino de planeación.
Si bien erradicar la corrupción sistémica en México es una promesa prioritaria del actual gobierno, no hay lugar para la prueba y el error, como cuando en el Presupuesto de Egresos de este año se planteaba una reducción a las universidades del país. López Obrador y sus colaboradores deben saber que los ensayos en la toma de decisiones tiene un costo mucho más alto y que podría reflejarse este mismo año, en las elecciones.
Será el domingo 2 de junio cuando los habitantes de Aguascalientes, Baja California, Durango, Tamaulipas y Quintana Roo acudan a las urnas para elegir 142 cargos.
En Aguascalientes se elegirán 11 alcaldías, un gobernador; cinco alcaldías y 25 diputaciones en Baja California, 39 alcaldías en Durango, 25 diputaciones en Quintana Roo y 36 diputaciones en Tamaulipas.
Además de la elección extraordinaria por la gubernatura en Puebla, tras el fatal accidente aéreo de la exgobernadora Martha Erika Alonso, el 24 de diciembre pasado.
Tomar decisiones sin la proyección de escenarios futuros pone en el imaginario colectivo la idea de la improvisación y, sin duda, la actual crisis del sector energético debilita la gobernabilidad y carcome la confianza ciudadana.
Primero, y sigue, fueron los despidos al por mayor en todas las esferas del gobierno federal y algunos estatales. Ahora la crisis por la gasolina. La sociedad mexicana es inteligente y no perdona los errores de los gobiernos, como quedó demostrado el 1 de julio de 2018. ¿Será que AMLO más que un remedio para el huachicol quiere darle un placebo al pueblo? Es una pregunta que tendrá respuesta contundente el 2 de junio.