La relación de México con Estados Unidos es quizá la relación bilateral más importante para el desarrollo económico y social de nuestro país y de la región. Nuestra complicada historia, y – por supuesto – la asimetría en nuestras respectivas posiciones en el escenario internacional, han sido notorias. Sin embargo, ha habido momentos clave en los que México ha plantado cara con dignidad y humanidad. Uno de esos casos fue el voto en contra de la invasión a Irak en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Frente al gobierno de Trump, y particularmente frente a la declaratoria de emergencia para conseguir los recursos que le permitan – en teoría – construir el muro, México debe tener una estrategia clara y de largo plazo.
La construcción del muro fue una de las promesas del presidente Trump, y una de las más populares con su base. En ese sentido, la declaratoria de una emergencia nacional que no existe, no responde a la realidad, sino al momento particular que la política interior de Estados Unidos atraviesa: la carrera de Trump por la reelección en 2020. La declaratoria de emergencia se inscribe en una lógica nacional. Sin embargo, esta retórica y acciones han incrementado la vulnerabilidad y violencia hacia personas migrantes mexicanas y de otras nacionalidades.
Ante esta situación, ¿Cómo debe responder México? Como lo ha hecho en muchas otras ocasiones: con dignidad e inteligencia. Entrar en un pleito de palabras con Trump sería caer en su juego y alentar su retórica anti mexicana y anti inmigrante, y podría ayudarle en sus aspiraciones para reelegirse. México debe responder fortaleciendo su red de apoyos consulares en Estados Unidos para que pueda proteger a los migrantes mexicanos en ese país. México debe responder con el ejemplo, construyendo una política migratoria humana y una gestión de las fronteras con perspectiva de derechos humanos. México debe de responder demostrando que los muros no caben en nuestro planeta.