La frontera entre México y Estados Unidos (EE.UU.) es la más dinámica del mundo. Cada día cruzan 1 millón de personas, 300 mil vehículos y 70 mil camiones de carga entre sus 56 puertos de entrada.
De nuestros 3 mil kilómetros de frontera con EE.UU. ya existe un muro o algo parecido en mil. Aún así, una visión de futuro de una frontera del siglo 21, no debería de estar pensando en cómo construir muros, sino en cómo hacerla más segura y eficiente al mismo tiempo.
Aspiramos a que para demostrar su legalidad, la gente no tenga que hacer horas y horas en una fila. Queremos que haya menos trabas para quienes van a invertir, a generar empleos, a gastar como turistas, a estudiar o hacer sus compras, porque a eso van la mayoría de los mexicanos a EU Tampoco queremos que los camiones que vienen del norte con las manzanas, peras, carne de cerdo, pollo o soya que encontramos en el supermercado y son de los principales productos alimenticios que importamos del mercado estadounidense, hagan largas filas y tengan trabas burocráticas para ingresar.
En una era con tecnología tan sofisticada, donde ya existen coches que se manejan solos o donde con un dedo puedes pedir comida desde donde estés, no puede ser que reduzcamos las posibilidades para solucionar los problemas migratorios, de tráfico de drogas y armas o de seguridad, a un vil muro.
Tendríamos que ser más sofisticados y creativos, y pensar en soluciones tecnológicas que nos permitan tener una frontera que incentive los flujos positivos, al tiempo que cada país pueda atender sus respectivos retos de su seguridad nacional.
A Estados Unidos preocupa el ingreso de migrantes que proviene principalmente de El Salvador, Guatemala, Honduras, y ya no tanto de México; así como el flujo de drogas que surte la alta demanda de su mercado interno. Por su parte, a México le preocupa el ingreso de armas de norte a sur que genera violencia y muerte, y empodera a fuerzas al margen de la ley. Y al mismo tiempo, ambos países quieren comercio, inversión, turismo, estudiantes, retirados, profesores, científicos, artistas y una migración segura y ordenada que beneficie a todos.
Esta disyuntiva no se resuelve politizando si no tecnificando, no se resuelve con obcecación si no con diálogo, no se resuelve con muros si no con puentes. ¿No sería mejor estar pensando en un puente comunicacional y tecnológico de siglo 21 en lugar de una barrera arcaica del siglo 19?