La palabra emoción por su etimología quiere decir emotionis, motion, o moverse. Las emociones son energía en moción o movimiento que emana desde el Ser. Al experimentar una emoción, estamos literalmente moviéndonos en un claro vaivén, agitación, bamboleo, o bien en un lago calmo y pacífico. La emoción o e-motionis que emerge de nosotros, impacta directamente las sensaciones del cuerpo de carne y hueso, por eso es que, dependiendo de la emoción, podemos sentir placer o dolor, letargo o agilidad, pesadumbre o ligereza.
Y esto todo está siempre ocurriendo en el presente. Es justo lo más cerca que podemos estar de lo real. Técnicas de meditación como la Meditación Vipassana basan su tremenda efectividad en el poder de la observación de lo que sí está ocurriendo, y nos previenen de volcarnos con aquello que la vorágine de pensamientos proyecta en todo momento. ¿Le ha pasado que cuando conoce a una persona y nadie le ha hablado de ella, su percepción es un poco más real que si le hubieran recetado todas las descripciones prefabricadas, creándole un prejuicio?
En este sentido aquello que experimentó en el cuerpo, esa emoción que sintió era más verdad que la proyección que su mente construyó con juicios prestados. Las emociones ocurren en el presente, y las sensaciones físicas también, arropadas en la gran constante del tiempo, que es que todo está en constante cambio. En contraste a la concepción que tenemos, los sentimientos pueden ser como ecos de las emociones. Se quedan como ondas reverberantes en el agua al lanzarle la piedra, y muchas veces son como su nombre lo describe: siento-miento, sentir mentiras.
No en un mal sentido, sino en la línea de nuestras proyecciones sobre la realidad. Los sentimientos son como hechizos en el tiempo, porque un sentimiento que se repite, es resentimiento que hace que una herida no sane, o que vivamos en el mismo conjuro del pasado como si fuera el presente. De ahí la importancia de aprender a sanar una herida. Los lutos que no se vivieron, las lágrimas que no se derramaron, los tiempos de duelo que no se concedieron, los sueños que no se cumplieron, las experiencias que no se vivieron y que deseábamos con toda el alma, sí que son encapsulamientos en el tiempo.
Y no es como si se detuviera el tren en una estación, sino que el tren de la vida sigue corriendo pero siempre llega al mismo destino y sale del mismo punto. Eso es un episodio al que no le permitimos ser historia. Saber decir lo siento, y expresarlo, puede ser el acto de liberación más grande para aquellos a quienes apreciamos. Comprender lo que ha ocurrido y saber perdonar es el paso para viajar al presente, donde todo está ocurriendo.
Hay veces que es complicado aceptar que algo ha cambiado: una situación, un estado de ser, una etapa de la vida, un estado de salud, una época, las personas, las relaciones, en fin, pero no hacerlo tiene el precio más alto que se puede pagar, y este es quedarnos atorados en la misma película sin pasar al siguiente episodio, es decir, en una especie de hipnosis que nos impide vivir plenamente. Por eso los ejercicios de las técnicas meditativas hacen tanto énfasis en la observación, pues es a través de esta y sin apegarse a lo placentero ni tenerle aversión a lo desagradable que logramos afianzarnos a lo que pasa en la realidad, a lo verdadero, y es también que entonces podemos sortear con éxito el gran reto y al mismo tiempo gran regalo del principio de la vida: el cambio continuo.