Opinión

El incalculable costo de una buena primera impresión

Para ser leída con: “Masqualero”, de Miles Davis

Te voy a pedir un favor.

Responde la siguiente pregunta con total sinceridad: ¿cuándo fue la última vez que quisiste dar una buena impresión? (¿Y para qué?)

En principio parece labor del sentido común querer dar una buena impresión. Y sin embargo, basta 1/10 de segundo para formar una primera impresión de alguien. Entonces ¿se trata de una intuición genuina o más bien de un prejuicio injusto?

Dicha primera impresión, que remite a absurdos funcionales como el «como te ven te tratan» es en definitiva influenciado por estereotipos y complejos procesos neurológicos que distan de estar en la palma de la mano. ¿Cómo entonces pretendemos dar una buena impresión si ni siquiera entendemos los elementos de dicho mecanismo?

De acuerdo con la especialista Sharon M. Koening, tenemos alrededor de 60 mil pensamientos al día. Pero somos testigos (no necesariamente de manera consciente ni lúcida) de muchísimos más estímulos. El problema es que al no tener tiempo  ni oportunidad de procesar cada uno de ellos, el cerebro hace un fast track y de manera inconsciente los organiza y orienta en torno de una toma de decisión. O un rápido prejuicio. Podemos llamarlo también «primera impresión».

George Marakowsky, de la Universidad de Maine, asegura que la tasa de transmisión al cerebro por parte de los cinco sentidos es de alrededor de 11 millones de bits por segundo, sin embargo el cerebro tiene la capacidad de procesar sólo 50 bits por segundo.

De aquí se desprenden dos problemas relevantes: ¿con base en qué se da esta discriminación? Y ¿cómo podemos estar seguros de que nuestro prejuicio en cuestión tiene la mínima verosimilitud? 

Hagamos un ejercicio. Piensa cuántas palabras a las que estuviste expuesto en el día eres capaz de recordar con precisión, antes de irte a dormir. Somos bombardeados diariamente con cerca de 105 mil palabras. Haz tus cuentas y deduce cuánta información se queda en el limbo.

Regresando a la primera impresión

En ese décimo de segundo que dura una primera impresión se pondera mucho más información de la imaginada. Se valoran condiciones económicas, sociales, académicas y hasta políticas. Sólo a partir de la apariencia y, desde luego, de una percepción subjetiva y proyectiva. 

«Es básicamente ridículo», dice Alexander Todorov especialista en el tema y académico de Princeton, al referirse al prejuicio basado en una primera opinión.

Pero lo más peligroso y tal vez más ridículo aún, es que no sólo llevamos a cabo prejuicios con suma rapidez, sino que nos aferramos a ellos y hasta llegarlos a considerar verdad juzgada para nosotros. 

¿Con base en qué construyes tu identidad? La pregunta no es simple, así que no le dediques 1/10 de segundo a responderla. Después de todo la relación que guardamos con el mundo es todo lo que construimos y comunicamos diariamente. 

Saber que esa apariencia no engloba totalmente a la persona, que esa apariencia no tiene identidad absoluta, que esa apariencia, es sólo apariencia, hace toda la diferencia.

En resumen, somos mucho más complejos de lo que parecemos. Vale la pena repensar todo lo que dejamos ir en automático y saber que no vemos las cosas como son, sino como somos.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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