Quienes han seguido el proceso del Tratado entre México Estados Unidos y Canadá (T-MEC), saben que aún falta su ratificación en los tres países, proceso que difiere según cada Parlamento o Senado y según los tiempos de los tres Ejecutivos. Para quien no haya seguido el proceso, podría parecer que éste es un abstracto burocrático que se desarrolla a puerta cerrada con pocos actores, todos desconocidos. Más, la realidad es otra muy distinta, que me parece oportuno revisitar.
El Senado cuenta con la facultad Constitucional exclusiva para analizar la política exterior del Ejecutivo, así como para aprobar los tratados que éste suscriba con otros países. El análisis no es meramente un trámite, sino que implica toda una labor de estudio, discusión y debate sobre los beneficios, posibles retos y oportunidades que presenten los instrumentos en cuestión. En el caso del T-MEC, desde el inicio de esta Legislatura, se han gestionado foros de encuentro con distintos expertos, académicos, grupos empresariales e industriales, así como miembros del equipo negociador y funcionarios de la previa y actual administración involucrados en la consecución del Tratado.
Asimismo, nos hemos reunido con personas interesadas en las posibles implicaciones del T-MEC para sus estados y localidades. El Senado se ha nutrido de información y opiniones al respecto de cómo mejor utilizar el instrumento para el beneficio del país, dado que además de requerir la aprobación de esta Cámara Alta, todo tratado internacional implica ciertos cambios a la legislación nacional para asegurar que se maximicen beneficios y se mitiguen riesgos. Por ende, se aprobó la reforma laboral y la ratificación del Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo que pone en condición de igualdad a las trabajadoras del hogar.
La política exterior exitosa no tiene que ver con viajes o eventos vistosos, pero con la convicción de que todo lo que se logre afuera, tiene que resonar adentro. De eso nos encargamos nosotros.