Para ser leído con: “City”, de Spring King
Caminar se ha vuelto una práctica tan olvidada que muy probablemente caiga en desuso y ni cuenta nos demos. A manera de solución preventiva y cuando te canses del bingewatch o de mandar whatsapps, puedes salir y jugar a ser turista en tu ciudad.
Algo tan complejo motrizmente (fractúrate o desgárrate algo para comprobar esto) y tan subestimado en la vida diaria que difícilmente se vuelve algo significativo. Toda buena reflexión es concebida mientras se camina, ¿por qué no habríamos de detenernos y devolverle la magia y la altura al arte de caminar y unos 10 minutos del día sólo hacer eso, con total presencia?
Para caminar por la ciudad uno debe entender que la belleza de esta acción vive traicionada por el destino. Por ejemplo, sal al Centro Histórico, ahora que cierran más calles para contravenir al vivales que se le ocurrió pavimentar y montar autos ahí. Olvida por un momento el calor, los asaltos y posibles aglomeraciones. Relájate y camina. O camina y relájate. Redescúbre(te) (en) el Centro.
El primer desafío es evadir como el olvidado Frogger, bicis para las cuales el rojo es verde; motos que desconocen la Teoría General de los Carriles; patines eléctricos que en breve circularán por segundos pisos y autopistas; repartidores de comida, cortesía del Dios de la Emoción Mortal; baches en calidad de socavones que se atienden poniéndoles un huacal y basura para que medio se vean estéticos; metrobuses echando carreras; microbuses dejando pasaje en un tercer carril y varias acrobacias que sólo se disfrutan aquí.
En sí, esquivar parece ser la hábil dinámica en la ciudad donde cualquier objeto pone a prueba la pericia y el agandalle. Un ley de la selva en la ciudad para ver quién es(tá) más vivo. Así sea en una caminata
Siempre el Centro de lo que sea, representará una especie de imán que suele seducir con una vieja fórmula: que puedas dar caminatas con órbita elíptica mientras se te van los ojos por esos zapatos o ese sistema de audio; que vendan sabrosas y ahogadas en grasa porquerías, y que se pueda perder el tiempo sin que uno tenga que pagar por ello, al menos en ese momento y que no sea de contado.
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Cualquiera que sea el centro que elijas para caminar, va a ser indispensable que estés alerta al paso del tiempo y con ello al cambio y flujo hormonal de las parejas, a la resignación del chicharronero al ver cómo su producto se va pareciendo cada vez más a él, a la manzana bañada en caramelo y salmonella y al permeante gozo del niño que siente a Chicharito en sus zapatos (y en la tarea que no ha hecho y por la cual será sometido al llegar a casa). Hay tantas imágenes que en potencia son historias por las cuales congraciarse con su centro, que caminarlas tendría que significar acariciar el suelo.
Caminar por cualquier centro hace que atiendas la perspectiva de la periferia y viceversa. Tus ventanas sensoriales se aceitan y la oportunidad de hacer algo relevante con esa experiencia brinda sentido y geometría al ejercicio de mover las piernas y sorprenderse hasta de ello.
Bienvenido al acto de caminar y, sin embargo, dejar de hacerlo mecánicamente.