Los distintos avances que se han logrado con respecto al empoderamiento de la mujer están “haciendo ruido” de manera positiva en distintos ámbitos. A muchos varones les agrada saber que la lucha femenina, tras muchos esfuerzos, está dando resultados en varios aspectos, incluso hay quienes abrazan estas causas, se muestran empáticos ellas y las apoyan, entendiendo prominentemente que más que una “batalla de los sexos” lo que está haciendo falta en estos momentos es redefinir la convivencia entre hombres y mujeres a través de un mayor entendimiento, respeto y colaboración.
En mi caso particular, puedo presumir que conozco a muchos caballeros que se están sumando a este nuevo paradigma que le está permitiendo a las mujeres allanar en varios temas que poco a poco están permitiendo que nuestra sociedad efectivamente se vuelva más igualitaria e incluyente. Y también me gusta mucho que son muy pocos los varones con los que convivo que ven amenazado su rol cuando se trata de convivir con chicas triunfadoras, competitivas, independientes y dispuestas a tender puentes que superen ese pensamiento (el cual, por cierto, considero errado y fallido) que consiste en creer que para combatir el machismo es necesario generar una nueva corriente feminista cuyo primer objetivo es obviar y eliminar cualquier expresión y presencia masculina de su cotidianeidad. Sigo creyendo que hombres y mujeres deben ser complementarios… ¡en todo!
Por lo mismo, también me preocupa que empiezo a ver muchas diferencias las características de las relaciones interpersonales entre hombres y mujeres. Las cosas están cambiando a un ritmo vertiginoso en torno a la convivencia de las parejas y esto no nos está permitiendo observar nítidamente la fotografía completa del binomio hombre-mujer. Sí, efectivamente varias reglas no escritas están siendo rebasadas y eventualmente considero que se extinguirán, pero también me queda claro que no todos los cambios que se están generando están resultando benéficos para ambos.
Yo creo que para mantener un agradable equilibrio entre ambos hay roles que no deberían desaparecer o invertirse. A ninguna mujer, considero, por muy feminista que crea que es, le debe resultar desagradable que su novio, su esposo, sus amigos o sus compañeros de trabajo sean caballerosos con ella, que cuando la inviten a salir (a cenar, al cine, etcétera) sean ellos quienes se encarguen de pagar la cuenta o que la acompañen hasta la puerta de su casa para que se sienta segura. Aunque al mismo tiempo, pienso que muchas agradeceríamos en contraparte que cada vez sean menos los hombres agresivos, misóginos, acosadores y descorteses con los que convivamos.
Estoy 100% segura de que lo más complicado de lograr en esta vida es alcanzar un balance en todo. El machismo ha dañado por generaciones a los hombres y a las mujeres de nuestra sociedad y las nuevas corrientes de este nuevo feminismo ultrafundamentalista también están afectando gravemente la manera como las mujeres están interpretando y definiendo su rol social. Pase lo que pase en el corto, mediano y largo plazos, está clarísimo que las malas concepciones que manejamos los seres humanos deben ser atacadas y cambiadas desde el seno familiar, con nuestros hijos siendo muy pequeños. Hay que educarlos con conceptos sólidos encaminados a que entiendan que hombres y mujeres no somos enemigos, y que tampoco estamos inmersos en una guerra permanente para determinar cuál de los dos géneros es mejor o superior. Tenemos que olvidarnos que la vida se trata sólo de blanco o negro, en medio existen varias tonalidades de gris y debemos aprender a convivir dentro de ese espectro.
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