Sin duda, las tecnologías de la información y la comunicación marcan una brecha generacional y uno de los cambios en la manera de vivir de la historia humana. Como toda creación de los seres humanos, existen reversos o trampas que devienen de cada invención. Como los fármacos, por ejemplo, que se convierten en prodigios para atender una enfermedad pero a la vez pueden provocar adicción.
Las distancias que se acortan, los espacios que se superponen, los tiempos que se eficientan y sobre todo, las conexiones que se establecen a través de los medios de comunicación y las redes, son cualidades muy significativas en pro de la evolución humana.
Estar informados y tener la posibilidad de acceder a tremendas enciclopedias virtuales, a millones de posturas y visiones en todas partes del planeta, probando el sabor de las atmósferas de Asia, Europa, África, etc.; poder tener parámetros de comparación, y saber cómo nos ven desde otras partes; tener acceso a conocimientos generales, a saber más sobre nuestro prodigioso cuerpo; acceder a libros, conferencias, pláticas de innumerables maestros de ciencia, de tecnología, de arte, de conciencia.
Poder ver literalmente los mapas fotografiados de lugares que nunca hubiéramos imaginado conocer; navegar con radares y rutas establecidas; poder tener audiotecas gigantes en un dispositivo y disfrutar en cualquier parte de nuestra música favorita; montar prácticamente un cine en nuestra sala; poder rastrear vuelos en tiempo real, y tantos etcéteras que tomaría meses mencionar, que las TIC han incorporado como una revolución avasallante en nuestras historias personales y colectivas, en nuestra marca como especie.
Si lo vemos con ojos claros y estableciendo una distancia suficiente para ver el bosque completo, es una maravilla humana. Sin embargo, como en toda la realidad que creamos, es fundamental mantener el eje central, no perderse del pilar medio, y saber para qué, cómo, cuándo, con quién, y para qué los usamos en una situación determinada. Hacer uso de las tecnologías cuando en realidad se requiere la presencia humana, puede ser funesto.
Principalmente con los infantes y los adolescentes. Es de locura que sean semillas y seres humanos en pleno crecimiento y se les implanten las llamadas cybernanas. Ver a niños pequeños con celulares, pone la carne de gallina. Al igual que nuestras interacciones tú a tú, en donde lo que se requiere es la presencia completa de aquél o aquella con quien quieres estar, a quien quieres conocer de verdad, y de quien recibirás un impacto a través del contacto con la mirada.
Las convivencias familiares, si de por sí tienen poco tiempo para suscitarse por el ritmo acelerado de la vida, necesitan el contacto directo, sin interrupciones, sin bloques en el medio, para realmente disfrutar y recibir los beneficios de estar cada uno con su clan. Es muy triste ver que en medio de niños con abuelos o de hijos con sus padres, exista la interferencia de una Tablet o un dispositivo electrónico. A cada cosa su lugar, y a cada momento su entrega.
Que no nos perdamos de aquello que somos en esencia, por voltear a ver aquello que sólo es un medio, no un fin. Que sepamos hablar con la gente en las calles, en los transportes, que observemos a los demás, que queramos seguir interactuando, seguir recreando los cinco sentidos en vivo y en directo, y no a través de una pantalla. Que seamos amantes de la realidad en todo el sentido de la expresión. Que sepamos no caer en un extremo que nos haga regresar de súbito de nuevo al centro. Que seamos inteligentes internautas y lo mejor, mejores seres humanos.