Es bien sabido que la economía mundial ha disminuido su dinamismo por diversas razones. Entre las causas más importantes se encuentra las diferencias comerciales entre dos de las economías más grandes que son la Estados Unidos y China y la incertidumbre en la Unión Europea.
Esos fenómenos están afectando también a América Latina. Se ha señalado que este año se espera una contracción en la región, la cual crecerá en su conjunto probablemente menos del 1 por ciento, sobre todo por la situación en países como Argentina y Venezuela que tendrán tasas negativas. En el caso de México los pronósticos apuntan a que se mantendrá un crecimiento positivo, aunque no a los niveles deseados.
Adicionalmente, hay que tomar en cuenta que regularmente al inicio de una nueva administración generalmente el crecimiento es menos rápido. Hoy, sin duda los signos de le economía mexicana son motivo de cuidado, pero no de alarma. En especial, por el contexto internacional, se requiere una política económica que propicie el desarrollo.
En ese sentido, el gobierno ha tomado decisiones acertadas. Hay que recordar que hoy tenemos una política de hacendaria responsable, sin déficit, no se ha recurrido a mayor deuda; la iniciativa privada se ha comprometido a realizar inversiones por más de 30 mil millones de dólares; se ha combatido la corrupción y el dispendio que lógicamente inhibían y encarecían los proyectos; y, de manera muy destacada, la SHCP recientemente anunció un plan de gasto, particularmente, en proyectos de infraestructura para los siguientes meses de 485 mil millones de pesos.
Esos elementos permiten prever que, aun con las dificultades del entorno económico global, el gobierno del Presidente López Obrador ha tomado las decisiones convenientes para alentar nuestra economía, pero sobre todo lo está haciendo, más allá de priorizar una cifra fría, poniendo énfasis en un desarrollo que beneficie de manera equitativa a la sociedad en su conjunto.