La Cábala universal, la astrología Maya, y muchas otras escuelas espirituales y conocimientos ancestrales, marcan de 52 a 60 días antes del día de celebración de cumpleaños o aniversario de nacimiento, como el período de guardar, de reposar y principalmente de hacer un recuento y recapitulación de todo lo aprendido en el año.
Las lunas menguantes y el invierno de la Tierra marcan también con toda puntualidad esos momentos de tomar las lecciones de manera muy honesta y completa, de depurar el clóset de la casa y del interior, de reescribir los planes, de dejar ir lo que sabemos que está en tiempos extras, de aprender a soltar, tal vez de aprender a perder, de aprender a cerrar un ciclo con dignidad y contento, de dejar el espacio abierto para que lo nuevo sea realmente nuevo y no una vieja repetición de eso que no nos permite ser personas más plenas y realizadas.
Los inviernos y los tiempos que anteceden a cualquier renacimiento no requieren más que estemos quietos, pero siempre alertas a aquello que la vida está tratando de enseñarnos. Siempre es mejor aprender por las buenas que por las malas, siempre es mejor estar dispuestos a ir a la escuela con la humildad del que sabe que no sabe nada, a que la mano dura de la maestra venga a darnos una sacudida para recordarnos la enseñanza.
Lo valioso de los ciclos depurativos es que, si los abordamos a conciencia, nos crean la habilidad de poder sortear con más ligereza los tiempos difíciles, las terminaciones y las despedidas inesperadas. Cuando estamos en el período antes de resurgir, el último tramo siempre es el más oscuro, justo como nos lo enseña la antesala del amanecer todos los días.
A veces los ciclos parecen no tener fin, y son largas lecciones cuya complejidad no alcanzamos a comprender, pero no desespere, no trate de deshacerse de ellas, ni de huir de forma alguna, por el contrario, entréguese a querer saber, a querer ver, y a querer cambiar al ritmo de su propio despertar. Nada de lo que usted ya esté harto o harta, que se repita una y otra vez, está porque sí o sólo girando en la superficie.
Nada ni nadie que llega en distintas situaciones, pero con el mismo mensaje, es fortuito. Y, sobre todo, nadie es tan culpable como para que usted no pueda volver a tener en sus manos la capacidad de elegir de nuevo y cambiar el rumbo de lo que ya no le es satisfactorio. No sólo los picos altos, los veranos, los movimientos explosivos, son lo mejor o lo más disfrutable de la vida.
Es incomparable lo bien que se siente hacer un alto, tomar un respiro, alejarse por un tiempo, sumergirse en los fondos de uno mismo y ver su vida desde dentro; lo bien que se siente dejar de lado la ambivalencia de querer ser y al mismo tiempo buscar ser aprobado, estar en silencio, a oscuras, leer las páginas de nuestro diario, hacer anotaciones y correcciones, volviendo a editar, perdonando los errores y asumiendo sus consecuencias.
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A veces lo que sentimos que nos hace falta, es justo todo lo que nos sobra. Aprovechar estos períodos para liberarnos en todo sentido es tan necesario como reparador. Las mejores cosechas obligadamente nacen en una tierra pura y regenerada.
No importa qué tan grande ha sido el túnel, nunca lo confunda con la normalidad; probablemente un viaje aleccionador tan largo encierre una piedra preciosa que se verá al salir a la luz, sólo déjela llegar sin oponer resistencia al trayecto.