Para ser leído con: «Target Market», de Kaiser Chiefs
No estoy viejo.
Al menos eso creo al verme en el espejo, pero cuando toca oír la voz de quien lanza quejas sobre aquello que garantiza, es real, me siento francamente viejo.
No por sabio ni arrugado. Probablemente por tocar eso que los viejos tientan bien: un phylum de frustración convertido en paciencia silenciosa y juguetona que guarda espacio en sus entrañas para albergar una dosis de compasión -no conmiseración- para la carga de confusión que atestigua. Y lo mejor: los viejos sólo asientan y sonríen y dejan que uno hable todo lo que necesita.
Hablando de necesidades, las preocupaciones en la vida me parecen tan legítimas como las despreocupaciones. Pero maniatar a la conciencia y nublarla, tendría que ser castigado públicamente. Y es que las apariencias son ilusorias. Por ello son sólo apariencias. ¿Qué pueden preocuparle al hombre moderno, si esa modernidad supone cierta evolución como para comprender esto?
No sé si conciencia es una palabra exacta, pero hay exactitud en su ejercicio, una para la cual no hay app que la persiga ni analytics que la midan. O eres, o no eres consciente.
Pero hay un truco en alguna parte y no acabo de entenderlo. Cambiar el sentido de identidad que en la vida abrazas sólo puede llevarte a romper la tendencia de identificarte con lo que no eres. Después de todo, ¿te has hecho la pregunta «¿qué es lo que realmente te pertenece?» y has obtenido una respuesta esperanzadora?
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¿Qué pasaría entonces, si suspendieras la descripción conceptual? Para empezar, muy probablemente el 80% de tus problemas desaparecerían. Al identificarte con lo que sea, adhieres un proceso de aferramiento y con él, uno de manutención.
Por eso todo es algo sujeto a aferrarte, como también, un recordatorio. En este maremágnum de apariencias resulta relativamente fácil caer en la trampa y asumir que éstas tienen características propias, como permanencia, identidad y cualidades.
La pizza surge en dependencia de quien la come (y conozco muchos que no comen queso). Pero el comensal surge en dependencia de la pizza también. El comensal no es la pizza ni viceversa.
El punto y el recordatorio van a que no sabemos dar prominencia al momento. Lo interpretamos, juzgamos e instagrameamos. En ese orden. Pero para conocer la realidad no se requiere el ejercicio de la interpretación, sino el de liberarse del ruido mental.
Y el mundo tiene el ruido y la limitación del concepto. Poder interpretar el mundo a pesar de los conceptos, sin reificarlos representa algo tan retador como tener a la mente presente y no olvidar el ejercicio.
Cuanto más distracción habite, menor capacidad para atender las ocupaciones más significativas del ser.
Por eso el recordatorio es ¿cómo atiendes tu adicción a la distracción (constantemente)?