Don Miguel de Unamuno (1864-1936), sólido bastión español de la literatura universal, decía que de entre todos los pecados capitales hay uno que no figura y que al final resulta ser el más grave y dañino de todos: El resentimiento. Y es que éste, el resentimiento no don Miguel, llevado a los extremos es capaz de conducir a cualquier ser humano, hombre o mujer por igual, a cometer los actos más descabellados y deleznables que nos podamos imaginar, incluso los crímenes más horrendos.
Pero, ¿qué es el resentimiento? Recalando en el terreno los definiciones podemos encontrar que el resentimiento es producto de una acción ofensiva recibida y que al no lograr superar sus consecuencias de ésta permitimos que nos siga afectando y ofendiendo por determinado lapso de tiempo, hasta que el perjuicio que nos provocó esta herida emocional se abre paso para que logremos saldar el agravio por medio de la venganza o el desquite. A final de cuentas, el resentimiento enquistado y agravado acaba produciendo rencor, mucho rencor.
El resentimiento es como la mordida de una serpiente venenosa, que puede llegar a ser mortal si no lo atendemos atingente y asertivamente. No olvidar aquellas acciones de las que hemos sido víctimas y que cada que las recordemos sintamos un ardiente deseo por desquitarnos y devolver la afrenta no es más que el producto de un resentimiento que a cada día transcurrido se ha vuelto más profundo y enfermizo. Vivimos en un mundo poco tolerante en el que la más mínima acción de los demás que va en contra de nuestros conceptos, valores y creencias nos ofende y, a la vez, esta ofensa pasa a formar parte de un interminable inventario de malos manejos producto de nuestra poca inteligencia emocional.
La vida esta llena de injusticias y que a diario nos ocurran cosas malas no significa que seamos el receptáculo de los odios del universo, de Dios y de aquellos que nos rodean. Nada de eso. Todas las personas somos susceptibles y proclives a ser agredidos y lastimados, esa es la realidad. Pero en la medida en la que sepamos cómo manejar la agresión hacia nosotros iremos aprendido a sobrellevar situaciones que nos permitirán fortalecer nuestro carácter y nuestra mentalidad. Y aunque se dice que sólo es capaz de generar resentimiento aquel que siente amor, ciertamente esta creencia no es del todo objetiva. Y no lo es porque aquellos con capacidad para vivir y trabajar en la comprensión, la generosidad y la tranquilidad difícilmente van a encontrar reducto alguno en su ser para construir resentimientos de cualquier tipo.
Se dice que las personas resentidas también son sumamente inteligentes, incluso a nivel de ser genios… pero también con un umbral muy estrecho para poder manejar la frustración. Por lo tanto, todo aquello que les resulta adverso suelen relacionarlo con la hostilidad que les prodigan los demás, por lo que aquello que falla en sus entornos no es su responsabilidad, sino de otros.
El resentimiento puede acabar con nuestras vidas, destruir nuestras relaciones, acabar por completo con vínculos emocionales sólidos. El resentimiento es primo hermano de la envidia, el odio y el rencor. Sin embargo, estos tres son “pecados” de proyección estrictamente individual, mientras que el resentimiento es totalmente impersonal, de carácter enteramente social. Por eso, debemos dejar de ser tan impulsivos y arrebatados. Empecemos por ubicarnos, aunque sea de vez en cuando, en los zapatos de los demás, para entender mejor nuestra circunstancia y la de ellos.
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