La doble moral es la realidad de la Cuarta Transformación; pues mientras los miembros de Morena niegan sus oscuras pretensiones de reelección, sus acciones delinean una imagen totalmente diferente. Ahí tenemos lo sucedido en la Cámara de Senadores, donde el partido en el gobierno propuso a otro integrante de su bancada para dirigir la Mesa directiva un año más, dejando de lado la costumbre de alternancia.
Esto lo digo porque en tiempos del neoliberalismo, que tanto rechaza el jefe del Ejecutivo, se turnaba la dirigencia de la Cámara Alta entre las principales fuerzas políticas, con tal de dar voz a las distintas opiniones dentro del Legislativo. Ahora en los tiempos del cambio, parece ser que la pluralidad es un concepto obsoleto que nada tiene que hacer delante de la honestidad del líder único. ¿Será entonces que la crítica pensada ya no tiene cabida?
Es incierta la respuesta; sin embargo, el panorama político se enturbia más a cada instante con discusiones entre los partidarios de Morena, pues al final todos quieren quedarse con el hueso. Es así que poco a poco, muestran su codicia y su innegable hambre de poder que requiere de la perpetuación indefinida de sus fuerzas en cada uno de los escaños políticos y gubernamentales de la actual administración.
De ahí nace el enojo de Martí Batres y el sequito que lo acompaña, se forma de su sustitución del cargo y no del desdén que muestra su partido a las minorías. Está irritado por la negativa de su reelección, no de la imposición de su Partido en un espacio de discusión.
Por eso concuerdo con la columna de Pablo Hiriart del 22 de agosto, donde señala que son pleitos de familia los que entablan los senadores de Morena. ¿Quién se va a quedar con la herencia? Sólo eso parece importarle a los morenistas, pues sus luchas ya dejaron las calles para encerrarse en las oficinas de los distintos Poderes de la Unión. Aquí se trata de quien agandalle mejor y en secrecía.
Y aunque el primer mandatario mexicano rechace sus intenciones ocultas por mantenerse en el poder el mayor tiempo posible, la tan negada relección comienza a asomarse, mostrando sus garras en los diferentes espacios públicos.
Otro ejemplo de estas sucias intenciones se expone con Jaime Bonilla en Baja California, quien coartó al Congreso Local para incrementar de dos a cinco años su mandato. Estaba expresamente establecido que serían dos años el periodo de gobierno desde antes de comenzar las elecciones y aun así se postuló. Con Bonilla el tema de la reelección toma una nueva dimensión, porque el ahora gobernador electo busca perpetuarse antes de haber ejercido el cargo.
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Con finura, se resquebraja la mentira en cada uno de sus flancos. Ya no se puede ocultar con tantos actores políticos saboreándose este festín: Yeidckol Polevnsky busca reelegirse como dirigente nacional de Morena; Porfirio Muñoz Ledo, en la Cámara de Diputados.
Sólo la presencia del presidente mantiene calmada a la jauría, por ello perpetuarse en el poder sería la estrategia idónea para trazar el rumbo de Morena, de lo contrario los posibles presidenciables desgajarían el Partido. ¿Caerá en la tentación?
Como menciona Leo Zuckermann en su columna del pasado lunes, “…López Obrador es el que, de alguna manera, tolera las divisiones grupales y no permite que ninguno de sus adláteres crezca por encima de él…”
Habrá que esperar, pero el festín está servido sólo falta ver quien se sentará a la mesa.