Vivir en paz permanentemente

El país ha vivido durante una larga temporada una escalada de violencia que parece tener raíces en una serie de factores que, al menos en los dos sexenios anteriores, se combatió exclusivamente con la fuerza pública.

La estrategia evidentemente resultó fallida. No se reconoció, en su momento, que la delincuencia organizada crecía como consecuencia del crecimiento de la demanda de drogas sobre todo en el extranjero, el desplazamiento de personas que al sentirse amenazadas en la actividad ilícita que realizaban se movieron hacia otros delitos, el aumento inusitado de tráfico de armas, la falta de empleos frente a una oferta de ingresos muy superiores a los que puede ofrecer el empleo formal, el deterioro de los cuerpos de seguridad y una evidente descomposición del tejido social, entre otros aspectos.

Así pues, vemos que la actual administración decidió emprender una nueva estrategia que implica incidir en todos los factores que permitan restablecer la paz y la concordia entre los mexicanos. Se trata de un esfuerzo mayor, pues hay que reconocer que el Estado ha sido debilitado y que, en ocasiones incluso, enfrenta un reto superior para cumplir con su obligación de proporcionar seguridad a toda la población.

Hay que atender problemas, que van desde una política social que apoye a los jóvenes para evitar su acercamiento a la delincuencia organizada y a las drogas, pasando por una política económica más incluyente y que, al mismo tiempo, implica una política de mayor coordinación entre órdenes de gobierno y, por supuesto, el fortalecimiento de las corporaciones de seguridad, como es la recién creada Guardia Nacional, todo con respeto a los derechos humanos.
Este es un proceso que exige tiempo, colaboración y un profundo cambio en la sociedad. De ahí que en un año se comenzarán a ver los resultados de una estrategia integral que requerirá más tiempo para afianzarse en el país y resolver la principal demanda de los mexicanos que es vivir en paz permanentemente.