Opinión

La dictadura de la viralización

Para ser leída con: “Guess Things Happen That Way”, de Johnny Cash

Es mucho más noble declararse equivocado que insistir que tienes razón, especialmente cuando tienes razón.

            -Nietzsche 

No se puede vivir de licencia asumiendo que la responsabilidad es un agente foráneo. Esa ausencia y la necesidad de reconocimiento imprudencial son ingredientes idóneos para describir el mundo a partir de una red social.

La comunicación en línea no es otra cosa que comunicación en otra plataforma, aunque me llama la atención su distintivo: “en línea”. A diferencia de la descripción plana por la cual Platón prohibía la entrada a su Academia a quien no la conociera, la Geometría supera a la Aritmética en términos de volumen y sus capacidades de encuentro de soluciones.

Lo mismo sucede con los malentendidos en la red. Sea por whatsapp, slack, facebook o twitter, pretender comunicar lo mismo en cualquiera de estas plataformas es poco atinado, como impensable es también asumir que se trata de un reemplazo para hablar, aunque muchos dan gracias por eso.

Pero no ha llegado el momento en el que se cuestione el punto en el que aprovechemos la mayor cantidad de beneficios de las redes, minimizando sus efectos desvinculantes, desinformantes e incluso alienizantes como práctica cotidiana. Parece tan disfrutable lanzar insultos, descalificar y ladrar desde una butaca segura, como si el entendimiento del mundo fuera absoluto, único a mis ojos y por si eso fuera poco, aplaudible y digno de mención (y follow).

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De la última encuesta de Global Webindex sobre redes sociales se desprende una lectura interesante: mientras en los países europeos (incluyendo a Rusia) la gente dedica mucho menos tiempo al uso de redes sociales, en los países menos desarrollados hay una adherencia claramente mayor. Puesto de otro modo: entre menos desarrollado el país, se busca consumir mayor cantidad de redes sociales. ¿Requiere explicación?

Las discusiones que se tendrían que estar ventilando (incluso en redes), al menos tendrían que ser: privacidad, uso de datos, salud pública y adicción al uso. En cambio, el intercambio de ideas alcanza para atestiguar insultos y descalificaciones en todos los tonos posibles y hacer de una plataforma de intercambio de ideas, algo diferente.

Pero es más fácil que se suban al tren 26 millones cuentas a que paren por un instante y sus usuarios valoren el poder de la intención, la validez de una fuente y la relación causa-efecto en torno a lo que aparentemente nos distingue de otras especies: el acceso y uso del criterio.

Marshall McLuhan diría que al no twittear estás twitteando: de igual manera se manda un mensaje. Las plataformas de interacción social se mantendrán y prevalecerán. Acaso, lo que esto nos grita es que lo que tiene que cambiar es la etiqueta, la educación y la cultura de los usuarios y consumidores de estos medios.

* Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las escribe y firma, y no representan el punto de vista de Publimetro.

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