Cuando se encuentre en alguno de esos momentos en los que parezca que el piso se abre, no se olvide de darse una vuelta por los preceptos fundamentales de los libros sagrados, sea cual sea la creencia religiosa que practique.
En cualquiera de estas joyas del saber podrá leer pasajes que le hagan reflexionar y traer de regreso a la esencia. En el transcurrir de la vida es común que de pronto sintamos que es demasiado, o que las cosas EN ABSOLUTO están saliendo como esperábamos, y es justo ahí que es de gran ayuda recurrir a la sabiduría divina espiritual en el formato que a usted le siente mejor.
Si el destino a veces parece devorar nuestros sueños, o aquello que más hemos amado, voltear a ver lo que ha estado escrito desde el inicio de los tiempos y que parece que fue dicho ayer, aquieta nuestras tormentas internas, nos regresa a la paz y a la reconciliación con aquello que no podemos cambiar.
Pero también nos regala algo fundamental: el descanso de soltar esos asuntos a un poder superior. A veces con este simple acto de dejar el control, permitimos que una frecuencia mucho más sutil y rápida haga que esas aguas estancadas, corran. Y esas ataduras se desamarran con el poder de la sabiduría espiritual.
No se requiere ni siquiera estar apegado a un credo, sino recordar o reaprender sobre la esencia de lo que nos trajo aquí, a este plano, y la razón del pequeño lapso que pasamos en esta escuela.
Para el Universo, 80 o 90 años son tan sólo un parpadeo, y, aunque nos siga pareciendo un misterio, en los contenidos de los libros sagrados, está descrito el constante llamado de retorno al amor, que perfora el tiempo.
La próxima vez que atraviese por una noche oscura del alma, tómese un espacio para recibir sabiduría. Incluso, puede afinar su atención para escuchar la voz de su corazón, y para leer los mensajes que la vida le manda a cada instante.
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Pero, de vez en vez, procure hacer un alto, aún en los momentos en los que siente que menos lo necesita, y dispóngase a nutrir el espíritu de los pensamientos de seres que han amado suficiente a la humanidad como para hacernos creer de nuevo, para alentarnos a no perder la fe, a voltear a ver a nuestro propósito más alto y a nuestra partícula esencial.
Siempre hay una esperanza, un pequeño rayo de luz, una salida, un instante en el que las nubes se disipan, una manera en la que la inteligencia suprema resuelve lo más complicado con total perfección y el momento de darnos cuenta de que aquello que creíamos la mayor de las tragedias, fue tan sólo una estrategia maestra para que siguiéramos vivos.
Y por favor, recuerde siempre que su vida y su irrepetible presencia en esta Tierra no son una casualidad ni un azar sin ton ni son; que la vida es un magnificente regalo temporal y que alguien, en algún lugar, tuvo que amarle tanto, que lo trajo a vivirla.