Hace unos días empezó en redes sociales una iniciativa para cuidar a nuestras hijas e hijos, en tanto las autoridades descifraban la forma en que los protocolos, las normas, y todo aquello que debía funcionar en las escuelas, otra vez no había servido para evitar que una conocida se llevara de la mano a Fátima o se pudiera evitar el terrible desenlace en el caso de feminicidio de Ingrid.
Y no era otra cosa que hacerle saber a la mamá o papá de al lado que estabas disponible para ayudar en el momento en que no pudieran llegar a tiempo a la escuela, uno de los problemas cotidianos de cientos de tutores y responsables de crianza en el país. Ya este jueves, el gobierno capitalino lanzó un programa similar, que se sumará a estas iniciativas digitales y civiles.
Porque para organizarnos mejor que los delincuentes, y que cualquiera que busque hacernos daño, no necesitamos a ningún gobierno y tampoco tener un policía afuera de nuestra casa (lo cual tampoco aceptaríamos, seamos francos). Se trata de generar confianza en las instituciones, en la policía y en nosotros mismos para protegernos, cuidarnos, ver por el vecino.
Es muy importante que, de una vez por todas, esta crisis social -que ya lleva muchos años y sexenios- nos convenza que tenemos que ser solidarios, unidos, preocupados por quien está al lado, en todos los espacios en donde nos encontremos. Ha sido más fácil volvernos una sociedad cínica, “gandalla”, abusiva y violenta, antes que una comunidad segura y enfocada en vivir en paz.
Alcanzar la meta de estar tranquilos es tan sencillo como hacernos las siguientes preguntas: ¿Sabes quiénes son tus vecinos? ¿Estás comunicado con el colegio de tus hijos? ¿Conoces a tus colegas de trabajo, los puedes ayudar de alguna forma en su día a día?
La realidad es que nos hemos aislado como ciudadanas y ciudadanos, caemos en la idea errónea de que alguien más ayudará o se hará cargo de lo que podríamos hacer por nuestra cuenta. En ese aspecto, los gobiernos son nuestros villanos favoritos, porque además tienen las obligaciones -y creemos que tienen más- de hacernos la existencia lo más sencilla posible.
Pero eso no es cierto. Solo las naciones con regímenes absolutos pueden garantizar a rajatabla que ninguno de sus miembros dejará de obedecer las reglas. A lo mejor esos modelos nos parecen atractivos ahora que estamos en esta crisis, pero siempre terminan por asfixiar a cualquier democracia o sociedad libre, nada más recordemos los gobiernos de los años 60, 70 y 80.
PUBLICIDAD
En años recientes, nos hemos dividido, muchas veces, por tonterías y esa ha sido la mejor noticia para el crimen y para quienes dañan a otros. Mientras nosotros les dejamos libres casi todos los espacios sociales, y no exigimos que no haya impunidad, pero tampoco denunciamos, entonces tardaremos en salir de este horror.
Esto es como andar en bicicleta: si dejamos de pedalear, nos caemos. No podemos pensar que, una vez que conozcamos la verdad del caso de Fátima, ya podemos pasar a otros asuntos. Es una terrible llamada de atención que debemos asumir para mejorar.